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viernes, 7 de mayo de 2021

Cuando el castigo es eterno: los suplicios mitológicos

 


El término “suplicio”, proveniente del latin supplicium, está semánticamente asociado al dolor físico o muerte que se le ocasiona a alguien como castigo, razón por la cual el castigado normalmente ruega o suplica para ponerle fin a su sufrimiento.

Han ocurrido desde el origen de los tiempos, cuando se ofrecían sacrificios humanos, se castigaba con pena de muerte a un transgresor o se torturaba salvajemente a aquellos que no profesaban la fe oficial (como durante la Inquisición, por ejemplo).

Los suplicios provocados por la Inquisición son recordados por su crueldad

Pero los más famosos suplicios son aquellos descritos en la Mitología Griega, donde la ira de los dioses se traducía a veces en terribles castigos que, además de dolorosos, tenían la particularidad de que el condenado tenía que sufrirlos por la eternidad. Aunque estamos de acuerdo con que no fueron más que mitos inventados en el contexto de una fe religiosa primitiva y politeísta, su creatividad y simbolismo todavía maravillan y aleccionan. En este artículo conoceremos algunos de los más conocidos.

Suplicios mitológicos

Más de un personaje mitológico llegó en enfurecer a distintos dioses griegos, quienes, abusando de sus poderes sobrenaturales y teniendo como factor común su poca tolerancia a la desobediencia de sus súbditos, los condenaban a distintas penas o torturas, las cuales era sufridas eternamente o hasta que otro dios se interponía en defensa del castigado. Un dato curioso es que muchas de las víctimas eran también dioses menores o semidioses, en cuyo caso la ira desatada era aún mayor en los dioses mayores[1].

Importante es destacar que, para la Mitología Griega, había varios pecados capitales, siendo estos los principales: desafiar a los dioses, hacer daño a un niño u ofender a un huésped.

Representación del suplicio de Tántalo

  • Tántalo: Era uno de los tantos hijos de Zeus, siendo su madre la oceánide Pluto[2], quien llegó a ser rey de Frigia. Fue un personaje sumamente conflictivo, envuelto en distintas situaciones que llegaron a colmar la paciencia de los dioses, especialmente de su padre Zeus. Uno de sus pecados fue el revelar a los mortales los secretos de los dioses, aprovechándose de que asistía frecuentemente a los banquetes del Olimpo, llegando incluso a robar néctar y ambrosía. Otro gran desatino lo cometió cuando invitó a los dioses a un banquete en el monte Sípilo, ofreciéndoles allí inconsultamente a su hijo Pélope, a quien descuartizó y cocinó en un estofado. Al darse cuenta del engaño, Zeus ordenó reconstruir el cuerpo del niño y devolverle la vida. El último yerro de Tántalo que colmó la paciencia de los dioses, fue que juró por Zeus no tener en su poder el mastín de oro[3] que había sido robado, a pesar de que era él quien lo escondía. La reacción de los dioses olímpicos fue condenar a Tántalo a estar encadenado en el lecho de un lago con una enorme piedra pendiendo sobre su cabeza, donde el agua le daba por la barbilla y rodeado de árboles frutales, los cuales se retiraban cada vez que le daba hambre o sed. Este suplicio por siempre ha representado el ejemplo proverbial de la tentación sin satisfacción.
    Sísifo empujando una roca cuesta arriba

  • Sísifo: Fue fundador y rey de la ciudad de Corinto, además del padre del famoso Odiseo. Fue un gran promotor de la navegación y el comercio, además de tener fama por ser inteligente, avaro y mentiroso. Se esgrimen varias razones por la que fue condenado a un suplicio, sea por haber revelado que fue Zeus quien raptó a Egina, hija del dios pluvial Asopo, sea por su costumbre de asesinar a viajeros, sea por haber engañado y encadenado a Tánatos (personificación de la muerte) cuando le llegó la hora de morir. Sus infracciones fueron terribles. Como dato curioso, se dice que durante el largo tiempo que Tánatos estuvo inmovilizado, nadie murió en la Tierra. Pero las bellaquerías de Sísifo no pararon ahí. Él volvió a engañar, esta vez a Hades, para escapar del inframundo y vivir más años de los que estaba destinado. Finalmente, Sísifo fue condenado por la eternidad a empujar una enorme piedra cuesta arriba en la ladera de una montaña, la cual nuevamente rodaba hacia abajo cada vez que llegaba a la cima. Este suplicio quedó como un ejemplo del esfuerzo inútil e incesante del hombre intentar burlar lo inexorable, siendo uno de los fundamentos de la teoría existencialista de Albert Camus.
    Ticio siendo devorado

  • Ticio: Fue un gigante caracterizado por la lujuria desenfrenada. Cometió el error de intentar violar a una de las amantes de Zeus, Leto (madre de Artemisa y Apolo), siendo fulminado por aquél con un rayo. Como era inmortal, fue condenado a yacer en el Tártaro con las extremidades atadas, mientras los buitres le picoteaban el hígado, que, según la antigua creencia, era el órgano donde residían las pasiones.
    Ixion atado a la rueda giratoria

  • Ixión: Rey de Tesalia que llegó a cometer dos pecados terribles ante los ojos de los dioses. Primero, guardando rencor a su suegro por un tema de dote no pagada, lo invitó a su casa engañado y lo mató arrojándolo a un foso lleno de carbones ardiendo. Segundo, intentó seducir a Hera, la esposa de Zeus. Fue condenado al Tártaro y atado a una rueda que daba vueltas sin cesar por toda la eternidad.
    Las danaides llenando la tinaja perforada

  • Las hijas del rey Dánao: Este fue un legendario monarca de la ciudad de Argos, quien tuvo 50 hijas las cuales casó con los 50 hijos de su gemelo Egipto para fortalecer una alianza escondiendo su intención de vengarse de su hermano por las humillaciones recibidas en el pasado. Una vez realizadas las bodas, convenció a sus hijas para que asesinaran a sus esposos con las dagas que previamente les había entregado. Todas cumplieron la orden, exceptuando Hipermnestra, quien llegó a enamorarse de su pareja. Por tan horrible crimen, las hijas mariticidas de Dánao (llamadas también “danaides”) fueron arrojadas al Hades y condenadas por la eternidad a llenar con agua una tinaja perforada.
    Ocnos tejiendo la cuerda devorada por un burro

  • Ocnos: Este personaje de la mitología fue castigado por casarse con una mujer despilfarradora, siendo condenado a trenzar continuamente una cuerda de juncos que es al mismo tiempo devorada por una burra, en un esfuerzo vano y sin fin.
    Atlas sosteniendo al mundo

  • Atlas: Este famoso titán mitológico fue castigado severamente por liderar la Titanomaquia o guerra contra los dioses olímpicos. Al ser derrotado, fue condenado a sostener el mundo sobre sus hombros.  Como anécdota se cuenta que Heracles fue en busca de Atlas para que le ayudase a realizar uno de sus doce trabajos[4], específicamente recuperar algunas manzanas de oro del Jardín de las Hespérides (hijas de Atlas). A cambio, Heracles se ofreció a sujetar el mundo mientras el titán le ayudaba con el recado.
    El suplicio de Prometeo

  • Prometeo: Este titán también es muy conocido, especialmente por ser amigo de los mortales y robar el fuego de los dioses para dárselo a ellos. Además de ese hecho, Prometeo fue el responsable de enseñar a los hombres a separar la carne de los huesos de los animales, para que solamente su osamenta sea ofrendada a los dioses y así pudieran comerse la carne. Ante tantas ofensas, Zeus lo encadenó en el Cáucaso y enviaba diariamente un águila para que se comiera su hígado, el cual volvía a crecer durante la noche. Cuenta la leyenda que, en agradecimiento por ayudarlo con uno de los doce trabajos, Heracles lo liberó disparándole una flecha al águila que lo acosaba. Zeus aceptó ese acto de misericordia y permitió que Prometeo fuera liberado, aunque debía arrastrar por siempre un pedazo de roca unido a un anillo que debía llevar consigo.

El inmenso anecdotario de la Mitología Griega es una fuente inagotable de metáforas y parábolas que han enriquecido como ninguna otra el acervo cultural de la humanidad, sirviendo de inspiración por miles de años al arte y literatura.

Los suplicios mitológicos, tan extremos como imposibles, han servido de referente para poner en relieve la naturaleza humana y sus excesos, así como los castigos imaginarios que ameritan aquellas faltas consideradas graves. Claro, a la luz de los veleidosos e irascibles dioses del Olimpo.

Y es que la idea de un castigo eterno siempre ha sido un útil disuasivo para los dioses, no solamente para los de la Mitología Griega. Más vale no hacerlos enojar, por si acaso.

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[1] Los dioses mayores (también llamados Olímpicos) eran las principales divinidades que habitaban el Olimpo griego. Sin embargo, existían otras divinidades de inferior jerarquía, denominados también dioses menores. Los semidioses eran los hijos de dioses y seres humanos que, aunque eran mortales, por lo general exhibían algún talento o fortaleza sobrenatural, por lo que también eran con frecuencia denominados héroes.

[2] Las oceánides eran hijas del Titán Océano y la diosa Tetis, ambas deidades primigenias que reinaban desde antes del surgimiento de los dioses Olímpicos.

[3] Se le denomina así a un perro áureo que originalmente fue regalado por Hefesto a Rea para que cuidara a Zeus cuando era un bebé y que luego se dedicaba a cuidar la entrada de los templos de éste.

[4] Se denominan así a los doce encargos que Euristeo le impuso a Heracles para purgar su culpa por haber asesinado a su familia en un arranque de locura provocada por la diosa Hera. Las tareas encomendadas eran imposibles de cumplir, por lo que el héroe griego tuvo que emplearse a fondo para cumplirlas a cabalidad.

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