La ingeniería genética y, con
ella, la ciencia médica en general ha avanzado a pasos agigantados en las
últimas décadas. Cosas que antes parecían imposibles o de ciencia ficción, con
más frecuencia se están volviendo realidad.
Se le llama híbrido al cruce de dos especies diferentes, cuyo individuo
resultante tiene un código genético propio, resultando en una especie diferente
a la de sus padres. Pero cuando ese individuo tiene en su cuerpo códigos genéticos
diferentes, entonces a eso es que la ciencia le llama quimera.
Quimera de la Mitología Griega |
El origen de la palabra quimera se remonta a la Mitología Griega, en la que se cuenta de un monstruo surgido de la unión de Tifón (divinidad griega de los huracanes) y Equidna, la mítica hija de Medusa con torso de mujer y cuerpo de serpiente. Desde entonces la palabra quedó como equivalente de hibridaje y monstruosidad.
Ejemplar de Cebrallo (cruce de cebra-caballo) |
Pero, a pesar de lo que pudiera pensarse, tanto los híbridos como las quimeras son de origen natural, aunque los seres humanos se han empleado a fondo para hacerlo de forma artificial, según veremos más adelante. En la naturaleza podemos ver cómo muchas nuevas especies han surgido de forma espontánea, como es el caso de balfines (delfín-orca), Cebrallo (cebra-caballo), Ligre (tigre-león), Mula (caballo-asno), perro lobo (perro-lobo), entre muchos otros, aunque generalmente alentados por la intervención humana.
Igualmente, están documentados
casos naturales de quimeras, tanto en especies animales como en la humana, pero
normalmente producto de una anomalía genética rarísima llamada quimerismo, que consiste en los casos de
dos cigotos que logran fecundarse y fundirse en uno solo, con material genético
diferente en sus órganos internos.
Aunque el hibridaje está
universalmente aceptado para su aplicación en animales para fines explotación
comercial y desarrollar nuevas razas más rentables (vacas, caballos, cerdos,
perros, gatos, etc.), donde se levanta el rechazo y se complican las cosas es
con la capacidad desarrollada por la ciencia de hoy de crear quimeras
artificiales.
Origen de las quimeras artificiales
y sus avances
El primero en intentarlo fue Iliá
Ivanov, un biólogo ruso pionero en la inseminación artificial e hibridación de
animales. Durante el primer tercio del siglo XX se dedicó a materializar la
idea de crear un híbrido entre humano y mono, fecundando óvulos de hembras de
orangután con esperma humano. Sus experimentos, que inicialmente recibieron el
apoyo de la comunidad científica soviética, con el tiempo dejaron de recibir
respaldo y fueron suspendidos sin haber logrado ningún éxito.
Ratones quiméricos |
En las siguientes décadas se realizaron diversos intentos por crear quimeras interespecíficas, esto es, de especies diferentes. Tal es el caso de ratones con ratas (1973), cabras y ovejas (1984), vacas y cebúes (1990), entre otros[1]. El mecanismo utilizado consiste en inyectar células procedentes del núcleo celular del embrión de una especie en un blastocisto o embrión de otra para entonces implantar ese producto en el útero de un espécimen fértil de la misma especie del embrión. De esa forma, se consigue evitar el rechazo de la gestante, sobreviviendo así la criatura.
Además, desde hace más de 40 años
se realizan los “test de Golden hámster” para determinar la infertilidad
masculina. Consiste en introducir espermatozoides humanos para fertilizar
óvulos de hámster (cuya estructura celular es muy parecida a la humana).
Dependiendo de la cantidad de espermatozoides que logran entrar al óvulo, se
establece el grado de fertilidad del paciente.
La anterior prueba, de uso muy
extendido por los andrólogos y especialistas en fertilidad, es aceptada por las
legislaciones de la mayoría de países. Sin embargo, la realidad es que esos
óvulos de hámster fertilizados por esperma humano producen un embrión, que,
aunque no llega a prosperar (normalmente se destruyen antes de que inicie la
división celular), tienen un nombre para esa especie híbrida embrionaria: humster.
Ya en nuestro siglo XXI se han
logrado desarrollar con éxito quimeras que han llegado a levantar un gran
revuelo mediático, por las implicaciones éticas y hasta religiosas de los experimentos.
De hecho, Gran Bretaña desde el 2007 ha empezado a autorizar la implantación de
núcleos de células humanas en óvulos animales para investigaciones médicas.
Incluso, para esta modalidad de hibridaje se ha creado el término cíbrido o híbrido citoplasmático.
A pesar de algunos escándalos
surgidos, como el caso de los científicos surcoreanos encabezados por Woo Suk
Hwang que en 2003 hicieron fraude en sus experimentos con células madre
embrionarias humanas[2],
la creación de las quimeras interespecíficas
dio un salto gigantesco con las investigaciones del laboratorio de Hiromitsu
Nakauchi de la Universidad de Tsukuba, quienes demostraron ser capaces de crear
quimeras de rata y ratón, pudiendo éstas desarrollar un páncreas de la primera
en el cuerpo de la segunda[3].
Juan Carlos Ispisúa con parte de su equipo (cortesía: Genotipia) |
En 2017 hubo un nuevo avance importante, esta vez a cargo del equipo liderado por el español Juan Carlos Izpisúa en el Instituto Salk de Estudios Biológicos (San Diego, California), quienes por primera vez lograron que células embrionarias humanas colonizaran órganos de un embrión de cerdo en desarrollo[4]. Más recientemente, se ha anunciado que ese mismo científico español logró en China desarrollar quimeras de humanos y monos[5]. Sin dudas, la posibilidad de desarrollar órganos humanos en el cuerpo de animales de laboratorio, cada vez está más cerca.
Implicaciones éticas de las
quimeras artificiales
No existe aún un consenso
internacional sobre la generación de quimeras artificiales, aunque sí se
acostumbra que toda gestación de embriones quiméricos que contengan células
humanas sea detenida antes de que se desarrolle el sistema nervioso central,
como una primera barrera de seguridad. ¿Por qué?
Resulta que, en el hipotético
caso de que se permita que una quimera interespecífica desarrolle un cerebro
con componentes humanos, se destaparía una caja de Pandora llena de
interrogantes con relación a estas “creaciones”: ¿Tendría conciencia humana?
¿Siendo parcialmente humano, tendría derechos? ¿Serían capaces de
reproducirse?, etc.
Sin embargo, es importante
señalar que los conflictos éticos vienen desde el mismo nacimiento de la
ingeniería genética como disciplina en 1973, cuando Stanley Cohen y Herbert
Boyer crearon la primera molécula de ADN recombinante[6]
en un laboratorio. La posibilidad de crear nuevas especies de microorganismos, animales
y plantas, o modificar sus características mediante manipulación genética, ha
generado desde entonces el rechazo de muchos sectores.
En cuanto a la microbiología, la
manipulación genética ha permitido crear vacunas o producir antibióticos más
potentes contra las bacterias. A pesar de ello, muchos temen que estas
habilidades sean utilizadas para crear nuevos tipos de virus o bacterias como
armas biológicas.
Cultivo transgénico |
En el campo de la agricultura, el desarrollo de plantas transgénicas ha servido para mejorar la producción o hacerlas más resistentes a enfermedades y plagas, o simplemente para ralentizar el proceso de maduración de sus frutos para que permanezcan más tiempo frescos hasta su consumo final. Aunque todas estas mejoras suponen que elevan la calidad de vida de los seres humanos, muchos críticos aducen que los consumidores no son siempre informados de que los productos que adquieren fueron genéticamente modificados o que no hay estudios suficientes para establecer si esos productos transgénicos perjudican o no a la salud en el largo plazo.
La oveja Dolly, el primer mamífero clonado del mundo (1997) |
Por igual, la aplicación de la ingeniería genética en la ganadería acarrea las mismas inquietudes, debido a que se realiza para lograr ejemplares que ganen peso más rápido, incrementen su fertilidad o sean más resistentes a las enfermedades. Por igual, a través de la clonación, podría ser la solución para reproducir especies en vías de extinción o ya extinguidas.
Aunque, en el fondo, debemos
admitir que una de las razones de mayor peso que sustenta las críticas a la
ingeniería genética es de índole religioso. La posibilidad de manipular el ADN
de los organismos vivos hace suponer que los seres humanos están hoy jugando a
ser dioses. Muchos no ven con buenos ojos que ya podamos crear y modificar
especies de animales y plantas, independientemente de las buenas razones que haya
para hacerlo.
Pero, donde se magnifica el
rechazo es cuando hablamos de manipular genes humanos. Los avances de la
ingeniería genética han permitido detectar el origen genético de múltiples
enfermedades, las cuales ahora se pueden prevenir antes de concebir la criatura
hija de padres que heredan enfermedades genéticas. Aunque también hay que establecer controles para evitar la utilización de esta tecnología para fines eugenésicos.
Interferón, medicamento creado mediante ingeniería genética |
Al principio, la manipulación genética para fines médicos encontró cierta tolerancia en una parte del público, tanto al manipular genes de microorganismos para fabricar vacunas o al combinar genes humanos con levaduras o bacterias para producir insulina (contra la diabetes) y otras hormonas, interferón (contra el cáncer, leucemia, hepatitis, esclerosis múltiple, etc.), entre otras sustancias.
Sin embargo, cuando empezaron los
experimentos para crear híbridos o quimeras con material genético humano, aun
fuera para encontrar solución a diferentes enfermedades, las reacciones
adversas no se hicieron esperar.
Además, la “humanización” de
especies animales para inducirles enfermedades humanas supondría su
sometimiento a procedimientos y padecimientos dolorosos que podrían calificarse
como maltrato animal. Aunque, honestamente, hace décadas que las ratas de
laboratorio y los cobayos están sufriendo estos “maltratos” sin que para ello
se les haya alterado su ADN. Muchas curas y tratamientos médicos han sido
descubiertos gracias a esas prácticas. En esos casos, nuestra idiosincrasia
antropocéntrica no nos hizo remorder mucho la conciencia.
Ahora, ¿cuál es el propósito de crear
estas quimeras? Veamos a continuación cuáles beneficios podrían obtenerse de
las mismas, según los científicos.
¿Para qué sirven las quimeras
artificiales?
Lo que para muchos pudiese parecer una abominación, resulta que podría ser la solución definitiva a muchas enfermedades y condiciones de salud que actualmente no tienen curación:
- Como ontológicamente aún estas quimeras no pueden ser definidas como “humanas” por pertenecer la gran mayoría de sus células a especies animales, sería posible con ellas hacer experimentos actualmente prohibidos para realizarlos en humanos, por lo que podrían ser considerados como simples ratones de laboratorio o cobayos. Esto abriría la posibilidad de realizar avances y descubrimientos hasta el momento insospechados.
- Las quimeras también abren un abanico de posibilidades para avanzar en las investigaciones sobre las causas genéticas de los síndromes de Alzheimer y Parkinson, así como la enfermedad de Lou Gehrig (Esclerosis Lateral Amiotrófica –ELA), entre otras, por lo que se está evaluando la posibilidad de crear ratones con cerebros parcialmente humanos para dichos estudios[7].
- Enfrentar la aguda escasez de órganos para trasplantes, mediante el desarrollo de órganos humanos en los cuerpos de animales quiméricos criados para tales fines. Esto significaría que ya nadie tendría que necesariamente morir esperando un donante compatible para trasplantar un corazón, hígado o riñón.
Esquema de cómo cultivar órganos humanos en quimeras de cerdo (cortesía BBC) |
A pesar de tan importantes beneficios potenciales, sin dudas la generación de quimeras artificiales tendrá que ser regulada de forma más estricta, donde se establezcan claramente las barreras que se podrían traspasar y las que no.
Aunque, como se mencionó
anteriormente, la mayoría de los países tienen prohibida la creación de
hibridajes y quimeras con componentes humanos, en algunos se han aprobado
algunas flexibilizaciones. Además del caso de Reino Unido, referido
anteriormente, está el caso de Japón que, en 2019, aprobó una legislación que
permite la experimentación con quimeras de animales con humanos[8],
o el de Estados Unidos, que, mientras prohíbe el uso de fondos federales, permite
el financiamiento privado para este tipo de investigaciones, aunque la medida
actualmente está en revisión[9].
Indudablemente, el desarrollo de
híbridos citoplasmáticos es un nuevo campo de la biología que apenas comienza y
que promete realizar grandes descubrimientos para lograr la mejora de la
calidad de vida de los humanos. Sin embargo, la innumerable cantidad de interrogantes
y aprehensiones que surgen deben ser resueltas, estableciendo los estándares,
regulaciones y controles necesarios para evitar un uso desmedido, innecesario y
extralimitado de la ingeniería genética, no solo con los seres humanos, sino
con los seres vivos en general.
De que habrá que replantear las
definiciones ontológicas y epistemológicas del ser humano y el resto del reino
animal y vegetal, ciertamente así tendrá que ser. La capacidad humana se supera
a sí misma cada día, ampliando las fronteras y su alcance. Pero sigue siendo entera
responsabilidad de nuestra especie el mantener el balance y equilibrio
obtenidos durante millones de años de evolución, que, aunque no sabemos si escogió
el mejor de los caminos posibles, ese recorrido justamente es el que nos trajo
hasta aquí.
[1] De
Miguel, I. (2011): Quimeras e híbridos: ¿Problema ético o problema para la
ética? Dilemata, año 2, no. 6 p.101-122
[3] https://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(10)00843-3?_returnURL=https%3A%2F%2Flinkinghub.elsevier.com%2Fretrieve%2Fpii%2FS0092867410008433%3Fshowall%3Dtrue
[6]
Consiste en el aislamiento y manipulación de un fragmento de ADN de un
organismo que es “recombinado” con el de otro organismo
[7] Greely, H. T., M. K. Cho, et
als., “Thinking about the Human Neuron Mouse”,
The American Journal of Bioethics, nº 7 (5), mayo 2007, págs. 27-40