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miércoles, 20 de enero de 2021

Grandes fraudes científicos en la historia

 


Le llamamos ciencia al “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente[1].  A través del método científico, un investigador construye entonces nuevos conocimientos que pueden y deben ser comprobados por otros científicos.

A pesar de ello, la historia recoge varios casos de “científicos” que han tratado de saltarse este protocolo para validar de forma fraudulenta sus teorías o experimentos. Sin embargo, justamente la comunidad científica se ha encargado de desenmascararlos y poner en evidencia sus fiascos.

En este artículo conoceremos los casos más notorios, no sin antes analizar las razones por las cuales estas situaciones se presentan.

¿Por qué algunos científicos hacen trampas?

En el mundo de la ciencia, la producción científica se traduce en prestigio y beneficio económico. A mayor cantidad de publicaciones en revistas indexadas, mayor éxito se tiene y mayores probabilidades de conseguir financiamiento para realizar proyectos de investigación.

En ocasiones, algunos investigadores han invertido mucho tiempo y recursos en experimentos que no llegan a conclusiones de impacto o no validan nuevas hipótesis, por lo que se sienten tentados a falsear los resultados para seguir obteniendo fondos o conseguir que alguna revista especializada se interese en publicarles sus trabajos.

También sucede que algunas revistas de rigor ético cuestionable, en el afán de publicar temas novedosos o de alto interés, no son rigurosas en la revisión de los trabajos científicos que reciben y publican sin cerciorarse de la seriedad de dichas investigaciones. Se ve de todo en las viñas del Señor.

Fraudes más sonados de la investigación científica

El más famoso de todos fue el descubrimiento en 1912 del “Hombre de Piltdown”, presentado por Charles Dawson y Arthur Smith Woodward como el “eslabón perdido” en el proceso evolutivo entre los simios y los seres humanos. A pesar de las dudas que levantaron desde el principio, no fue hasta 1953 que se descubrió que el cráneo pertenecía a un hombre de la Edad Media, la mandíbula de un orangután y los dientes de un chimpancé. La comunidad científica revisó con lupa otros estudios de Dawson y Woodward, determinando que la mayoría de ellos eran fraudes también.

El Hombre de Piltdown, uno de los fraudes más famosos

El record de fraudes científicos lo tiene Yoshitaka Fujii, un médico japonés a quien se le imputa la falsificación de los resultados de 183 estudios, realizados en el transcurso de solo 8 años. La Sociedad Japonesa de Anestesia fue quien detectó en 2012 las primeras irregularidades, que iban desde datos estadísticos falsos hasta la contabilización de pacientes inexistentes.

Yoshitaka Fujii, tiene el record de fraudes científicos

Otro japonés vinculado a los fraudes científicos fue el osteólogo Yoshihiro Sato, quien después de publicar más de 200 trabajos de investigación, 33 de sus pruebas clínicas fueron puestas en duda por la prestigiosa revista Neurology, de los cuales 21 fueron retractadas. En 2017, un año después del escándalo, el Sr. Sato se suicidó.

También en 2010 el anestesiólogo alemán Joachim Boldt fue suspendido por falsear resultados de 90 estudios científicos. Fue despedido del hospital en que trabajaba y de la Universidad de Giessen donde impartía cátedra. Actualmente está bajo investigación criminal.

Otro fraude bastante conocido fue la publicación en 2004 en la revista Science de los resultados obtenidos por el surcoreano Hwang Woo-Suk quien supuestamente había logrado la clonación de un embrión humano. Luego había publicado que había logrado exitosamente extraer células madre de dicho embrión y alimentaba esperanzas de lograr tratamientos efectivos contra la diabetes o el Síndrome de Parkinson. Poco tiempo después se descubrió que todo era un fraude y fue condenado a dos años de prisión.

El proscrito doctor Andrew Wakefield, actual activista antivacunas

Pero uno de los fraudes más costosos para la ciencia fue el cometido por Andrew Wakefield en 1998, cuando publicó en la prestigiosa revista The Lancet su descubrimiento sobre una relación entre la aplicación de la vacuna triple vírica y la aparición del autismo en los pacientes. Wakefield no solo perdió su licencia como médico al descubrirse que la investigación era fraudulenta, sino que desde entonces ha alimentado teorías conspirativas contra las vacunas, con las nefastas consecuencias que eso conlleva para la erradicación de enfermedades prevenibles con las vacunas.

Consecuencias de los fraudes científicos

Las investigaciones científicas fraudulentas, en especial las relacionadas con temas sanitarios, pueden tener consecuencias catastróficas en la salud de las personas, ya que basadas en sus conclusiones manipuladas podrían establecerse protocolos y tratamientos sanitarios que al final afecten a los pacientes.

También, este tipo de fraudes alimentan teorías conspirativas que, a falta de aval científico que las respalde, muestran estos fiascos como una “prueba” de que la ciencia no es confiable.

En su afán de conseguir notoriedad o fondos para financiar sus investigaciones, un científico poco ético puede hacer un enorme daño al progreso de la ciencia.

Por suerte para todos, y a diferencia de otros sistemas de creencias no científicas, el método científico por sí mismo implementa mecanismos que permitan establecer la realidad verificable y contrastable.

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[1] Definición de la Real Academia Española (RAE)

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