Es un
tema espinoso porque la mayoría de las personas asumen una posición al respecto
dependiendo de su concepción religiosa.
Sin embargo, no debiera ser así.
Sin importar el dogma religioso, el ser humano debe siempre estar en busca
de la verdad. Nuestras creencias
debieran estar supeditadas a lo que es real, no a lo que es mentira. Cuando una teoría científica es comprobada empíricamente
de manera contundente, como ha ocurrido con la evolución de las especies, la religión
lo único que requiere es replantear sus preceptos, a la luz de lo científicamente
demostrado. No será la primera vez, ni será
la última. Recordemos que el
cristianismo medieval aceptaba como bueno y valido los planteamientos de
Ptolomeo, astrónomo greco-egipcio del primer siglo de nuestra era, que defendía
el geocentrismo, es decir, que la tierra era el centro del Universo y todo,
incluyendo el sol, giraba en torno a ella.
La Iglesia entendía que eso era coherente con lo escrito en las Sagradas
Escrituras por lo que todo aquel que se atrevía a oponerse a esa idea era
perseguido, castigado y hasta condenado a muerte. Hubo que esperar cientos de años para que una
serie de estudiosos de la astronomía demostraran que las ideas ptolemaicas eran
completamente falsas. Copérnico, Kepler,
Galileo y muchos otros se encargaron de establecer la verdad. Todos ellos sufrieron persecución por parte
de la Iglesia, aunque paradójicamente todos ellos eran hombres de fe e,
incluso, eran sacerdotes ordenados. Sin
embargo, la religión oficial tuvo que hacer eventualmente los ajustes de lugar
y descartar el soberbio disparate astronómico que defendía. Al final, supo convivir con la verdad científicamente
comprobada.
Algo
parecido ocurre con la evolución. Claro,
es una teoría científica mucho más joven, ya que nació hace menos de 200 años
en la prodigiosa mente de un biólogo naturalista ingles, Charles Darwin. Su extraordinaria capacidad de observación le
permitió darse cuenta de lo que ha estado a la vista de la humanidad durante
miles de años: Las especies biológicas existentes
hoy día son fruto de una lenta pero persistente cadena de cambios o mutaciones que
se han ido imponiendo como resultado de una ley natural de supervivencia al
entorno. Si las circunstancias que
rodean a los seres vivos permanentemente cambian (clima, desastres naturales,
escases de comida, inundaciones, invasión de otras especies a su hábitat,
etc.), porque estos no pueden hacerlo también?
Darwin demostró
porque tanta diversidad de especies en el globo terráqueo, y no solamente estableció
que la misma se ha originado mediante a la “selección natural de especies”,
sino también a lo que el también llamo “selección artificial”, que no es más
que la influencia que ha ejercido el ser humano, como especie dominante de
nuestro planeta, en la evolución de los demás seres vivos. Si mas del 90% de las especies existentes hoy
día de los animales de corral o domésticos (perros, gatos, caballos, vacas,
cerdos, etc.) son fruto de unos pocos cientos de años de cruce y domesticación,
que no sería capaz la propia naturaleza durante millones de años de terremotos,
glaciaciones, inundaciones, caída de meteoritos, calentamiento/enfriamiento
global, tormentas solares, etc.
Lógico,
una idea tan revolucionaria como esa, respaldada por una fuerte evidencia empírica,
tenía que sacudir fuertemente los
preceptos religiosos porque ponía en entredicho la “creación” o “aparición espontanea”
de las distintas especies que habitan nuestro mundo. Peor aún, los planteamientos de Darwin, y los
subsecuentes investigadores que desarrollaron el tema, revelaban algo
inimaginable hasta ese momento : La
posibilidad de que el propio ser humano sea producto de la “evolución” de
formas primitivas o inferiores.
A continuación
abordare 2 puntos, que no son los únicos, como una simple muestra, para
explicar de manera muy llana porque la evolución es un hecho y no un “invento
del hombre” :
La verdadera edad de la Tierra, los
dinosaurios y otras especies prehistóricas
Para que
la evolución se manifieste de manera palpable, mediante el mecanismo de la selección
natural de especies, se requiere de muchos miles de años de herencia genética de
una generación a otra para que los cambios se puedan desarrollar e imponer en
la naturaleza. Obviamente, si la Tierra
tuviese solamente 10,000 años de existencia (como de manera taxativa plantea la
Biblia), definitivamente eso no fuera posible.
Por suerte, la edad de la Tierra ya se ha determinado con exactitud y
sobrepasa los 4,000 millones de años. Es
tiempo suficiente para que surjan la cantidad de especies biológicas con que
contamos hoy.
El
ejemplo más dramático de cómo la selección natural funciona y se impone son los
dinosaurios. Desde hace miles de años
las distintas civilizaciones le daban interpretaciones distintas a los
descubrimientos de osamentas de dimensiones extravagantes que no se correspondían
a ningún animal viviente en ese momento.
Los chinos pensaban que eran restos de sus venerados “dragones”, los
europeos pensaban que eran criaturas que se ahogaron en el “Diluvio Universal”,
etc. Pero no es hasta 1822 que en
Inglaterra empiezan a identificar y catalogar estos descubrimientos como de
criaturas pertenecientes a especies “extintas” y, por lo tanto,
correspondientes a grupos taxonómicos diferentes a los actuales. Es en 1842 que Richard Owen utiliza el término
“dinosaurio” para identificar coloquialmente a esta nueva especie. Nótese que mucho antes de Darwin proclamar su
“Evolución de las Especies”, hacia décadas que en todo el mundo se estaba
recolectando y clasificando evidencia de los animales prehistóricos.
La
realidad es que la evidencia de la existencia de los dinosaurios es tan
abrumadora y sobre-estudiada, que no hay forma de que a nadie se le ocurra pensar que es un “mito antirreligioso”. Esta comprobado que durante muchos millones
de años, cuando todavía al ser humano no se le ocurría aparecer en el
escenario, los dinosaurios “reinaron” sobre este mundo. Los hubo de todas clases, terrestres, desde
gigantes de más de 20 metros de altura hasta enanos de apenas pulgadas, aéreos (no
eran exactamente aves, pero “volaban”), y acuáticos. Llegaron a surgir otras especies mucho después,
mucho más pequeñas y débiles, que eran asediados y diezmados constantemente por
los dinosaurios y que habían desarrollado la habilidad de “madurar” a sus hijos
dentro del vientre, para dar a luz a su prole cuando ya éstos estuvieran casi “listos”
para la “batalla por la supervivencia”. A diferencia de los dinosaurios, que tenían que
poner indefensos huevos los cuales tenían que abandonar para poder cazar y
comer, los mamíferos podían estar en movimiento permanente y las madres
cargaban con sus hijos en su vientre el tiempo suficiente para su gestación. Otro detalle que permitió la supervivencia de
los mamíferos fue que desarrollaron la “endotermia”, es decir, la capacidad de
mantener una temperatura constante independientemente de la temperatura
exterior. Esto fue particularmente útil en
situaciones de cambios abruptos del entorno como aparentemente ocurrió hace
unos 65 millones de años con la caída de uno a varios meteoritos que produjeron
la caída estrepitosa de la temperatura global.
Aquí la selección natural se encargo de que los más aptos para el nuevo
entorno, los mamíferos, tomaran el control ante la extinción masiva de los
dinosaurios cuyos cuerpos de sangre fría (ectotermicos) no pudieron lidiar con
tan bajas temperaturas.
Obviamente,
estos hechos no pueden estar recogidos ni en la Biblia, ni en los Vedas, ni el
Tao y tampoco el Avesta porque ocurrió mucho antes de que apareciera el ser
humano. Algo importante que debemos
recordar es que, porque no estén recogidos en ninguna escritura sagrada, no
significa que nunca ocurrió.
El hombre de Neandertal
Este es
un tema muy interesante y una prueba fehaciente que la antropogonia de los
textos religiosos (teoría sobre la aparición de los seres humanos) obedecen mas
a una mitología de la cultura o civilización de donde surgió que a una cronología
verídica de los hechos.
El
hombre de Neandertal era una especie “moderna” que evoluciono del Homo Erectus en
Europa, de forma independiente al Homo Sapiens surgido en África. Anatómicamente tenia importantes diferencias
con el hombre moderno de hoy, incluso se ha podido comprobar a través de las
pruebas de ADN que genéticamente era una especie muy afín al hombre de hoy,
aunque con suficientes diferencias como para marcar una “especie” diferente.
Tenía
una estatura ligeramente inferior, pero cuerpo más robusto, su cuerpo estaba
mejor adaptado al frio y dominaba las herramientas y el fuego, aunque tenía una
estructura craneal que lo hacía ver deforme y muy distinto a la otra especie. Sin embargo, era un ser humano, verdad? El estudio de las abundantes osamentas de
esta especie que estuvo presente hasta hace apenas 28,000 años revela que tenían
una capacidad craneana inferior al Homo Sapiens, ya que no llegaba a los 1200cc
de masa cerebral, cuando el hombre de hoy promedia 1500cc. Definitivamente ahí estuvo la clave de su desaparición. El Hombre de Cromagnon, como se conoce científicamente
a la especie que domina hoy, era más inteligente y dominaba más herramientas y técnicas
de supervivencia. Ambas especies se veían
como rivales y no se reconocían unas a otras como emparentadas. Como la inteligencia del Neandertal era más
limitada, finalmente sucumbió al Cromagnon, posiblemente fruto de
enfrentamientos armados. Nuevamente, la selección
natural determino la supervivencia del más fuerte, del mejor adaptado.
Estamos
hablando de 28,000 años atrás la ultima vez que un Neandertal deambulò por las estepas europeas. No existía
el pueblo hebreo, mucho menos un Moisés que escribiera el Génesis. Tampoco Zoroastro había llegado para darle
vida a Ahura-Mazda, porque la civilización medo-persa todavía no había surgido. Mucho menos podía Lao-Tse recogerlo en su
Tao, porque la civilización china todavía no se asentaba en el este asiático. Era una época donde los seres humanos apenas
llegaban a unas decenas de miles en todo el mundo, diseminados en grupos nómadas
que vagaban en busca de alimento y protección contra las inclemencias del
tiempo. Había inteligencia, pero no había
conocimiento, fue un proceso largo y lento que dio pie al florecimiento de
pueblos, culturas y civilizaciones humanas que hasta el día de hoy controlan al
resto de las especies biológicas con las que cohabitan.