Es una pregunta que ha seducido a más de uno desde hace décadas, y en
particular a mí. En un artículo anterior analizamos la posibilidad matemática de que exista vida en otros planetas. En este imaginamos cómo nos impactaría esa primera plana de todos los periódicos del mundo. El día que descubramos
y comprobemos que existe vida inteligente más allá del planeta Tierra, el impacto
de la noticia sería inmenso en diversos órdenes, que marcaría un antes y un
después en prácticamente todas las culturas, y no solamente en el aspecto
religioso, que sería el más sacudido, por supuesto. La mayoría de los escenarios que aquí
planteamos es sobre la base de que encontremos una especie inteligente con un
desarrollo inferior al alcanzado por la civilización humana, porque en el
remoto caso de ser al revés, en la mayoría de los casos no podríamos llegar a
dar el siguiente paso.
Caos teológico
Para las religiones, prácticamente todas, sería el equivalente a una bomba
atómica que destrozaría en pedazos todas sus teorías cosmogónicas (sobre el
origen del Universo) y de paso las antropogónicas (sobre el origen del
hombre). Ya pierde sentido la teoría
geocéntrica de las religiones (aunque Copérnico demostró hace más de 500 años
la teoría heliocéntrica a nivel astronómico, a nivel religioso la Tierra sigue
siendo supuestamente el lugar escogido por Dios en el Universo para crear al
hombre en el paraíso original y el terreno donde diariamente se desata la
batalla entre el “bien” y el “mal”). Y
si por cuestiones del azar la nueva especie descubierta resulta ser más
desarrollada e inteligente que el “homo sapiens”, todavía más en entredicho los
postulados teológicos con los que las iglesias tienen adormecidas las masas
desde hace miles de años. Y si resulta
que “ellos” son físicamente muy diferentes a nosotros, se derrumba también
aquello de que somos creados a su “imagen y semejanza”, ya que, o una de las
dos especies fue esculpida en base al modelo divino (y la otra no), o
simplemente ninguna de las dos se parecen a ese Dios que nadie ha visto. Una difícil conclusión. Y si “ellos” tienen códigos morales
totalmente divorciados de los que imperan en nuestro planeta, entonces nuestros
decálogos o mandamientos dejarían de tener el carácter “universal” que tenían
cuando fueron promulgados.
En
definitiva, nuestras religiones pasarían a ser simples costumbres locales y
dejarían de tener carácter holístico.
Sin lugar a dudas, empezará a reinar la confusión, los teólogos tratarán
de buscar explicaciones y justificaciones, inventarán nuevas interpretaciones
de sus libros sagrados, pero obviamente quedarán cortos ante tan fulminante
realidad. La “verdad” tendrá un nuevo
sentido, ya no estará tan claro dónde estará realmente el cielo y el infierno,
todo dependerá de en cuál de los planetas se vive mejor o peor, de dónde
imperará más la paz o la guerra, o donde sus habitantes vivirán con menos
desigualdad. De repente, podríamos
descubrir que nosotros somos los que estamos condenados al Averno y el verdadero
paraíso está en el vecindario de la galaxia de al lado; como también podría
resultar que somos nosotros los civilizados y que ellos son unos salvajes que
han llevado a su propio mundo a la decadencia y todavía más cerca que nosotros de
la autodestrucción.
Amenaza biológica
Encontrar vida en otros planetas, aun sea solamente a nivel microorgánico, supone
una gran amenaza biológica. La razón?
Sencillo, los anticuerpos y defensas de los seres pluricelulares de
nuestro planeta están más o menos preparados para los ataques bacteriológicos y
virológicos que ya conocemos y con los que están lidiando desde hace millones
de años. Una exposición de seres humanos
a un ambiente exobiológico (vida en otros planetas), representaría una seria
amenaza para el sistema inmunológico humano (y de las demás especies
terrícolas), en forma de peste o pandemia.
Por supuesto, esto se puede amortiguar con el establecimiento de
colonias de investigadores (sea en los planetas descubiertos, sea en estaciones
espaciales instaladas para tales fines), para que identifiquen y cataloguen
todas las formas de vida microbiana que permitan desarrollar las vacunas o
tratamientos adecuados para evitar pandemias antes de que empiece el
intercambio a gran escala entre ambos planetas.
Por supuesto, que esto debe incluir pruebas de laboratorio a ejemplares
de la nueva especie inteligente, lo cual solo sería posible si fuesen
inferiores a nosotros, ya que en caso contrario, la tarea sería un tanto más
cuesta arriba, ya que seguramente seríamos nosotros sus conejillos de indias.
Oportunidad de nuevas colonias humanas
Encontrar vida en otros planetas, especialmente si son formas complejas de
vida, significa que habremos encontrado planetas con condiciones para albergar vida
en sentido práctico. Lo cual implicaría que con poca adaptación (a los niveles
de composición atmosférica, a la gravedad, a los niveles de temperatura
reinantes, a las condiciones climatológicas imperantes, etc.) podríamos
plantearnos la posibilidad de iniciar colonias humanas como alternativa a la
superpoblación que está empezando a afectar nuestro planeta, donde los recursos
naturales y la capacidad de producción de la tierra cada día está mermando y el
irresponsable crecimiento poblacional parece no detenerse (la mayoría de las
religiones humanas promueven la procreación no planificada porque “los hijos
son un regalo de Dios” y nacen con “el pan debajo del brazo”).
Dilema ético y desafío jurídico
Imaginemos una misión espacial internacional del planeta Tierra
descubriendo un nuevo planeta, lleno de vida y con una versión propia de vida
inteligente, pero que todavía se encuentra en un nivel equivalente a lo que aquí
denominamos “Edad de Piedra”. Estos
seres son superiores al resto de las especies biológicas encontradas, pero
todavía utilizan herramientas rústicas para la caza, agricultura y las labores
domésticas.
Ese encuentro entre dos mundos sería el equivalente al de los españoles y
los indígenas americanos o al de los ingleses y los aborígenes
australianos. Inevitablemente, estos
seres inteligentes aparentemente “inferiores” resistirán la invasión y
posterior colonización de su hábitat natural, y los seres humanos no se
detendrán en su afán de tomar para sí los nuevos territorios y las riquezas
recién descubiertas. Posiblemente a
alguien se le ocurra que estos seres podrían ser esclavizados para realizar
trabajos forzados o peligrosos, ya sea en su planeta o en la Tierra.
Necesariamente sobrevendrá el dilema ético de si “ellos” merecen o no el
tratamiento de seres humanos y, por tanto, si tienen o no derechos “humanos”
que deban ser respetados. Esto traerá
como resultado que toda la compleja legislación acumulada por nosotros, incluyendo
el famoso “Derecho Internacional”, no tiene alcance o “jurisprudencia” a nivel extraplanetario
y no sabríamos qué sería lo correcto, al menos legalmente. Algo muy parecido ocurrió en las Indias
Occidentales cuando la Corona de España reconoció que los indígenas tenían
derechos, pero décadas después de haber asesinado, violado y enfermado a
millones de personas “inferiores”.
Impacto cultural
Saber que existe otra especie inteligente, generará toda una nueva ola
cultural, literaria, artística y social identificada con la causa de los nuevos
oprimidos. Viajar al nuevo planeta,
participar en las expediciones a las colonias y hasta tener su propia “villa”
en el espacio, estará reservado para una clase exclusiva a cuyo club se podrá
pertenecer por la capacidad económica o intelectual que se tenga. Muy probablemente en la propia Tierra esto
genere otro tipo de desigualdad y de proscripción: Aquellos que nunca tendrán el chance de
alcanzar las estrellas. Tendrán que
conformarse con lo que los anuncios, libros, revistas, canciones, películas y
medios de comunicación les dejen saber sobre lo que pasa y cómo se vive allá
afuera.
¿Nos conviene encontrar vida inteligente?
Aunque aparentemente el panorama luce sombrío, el destino de los seres
humanos es buscar permanentemente la verdad y sus causas. Estamos hechos del polvo de las estrellas y
nuestra naturaleza nos impulsará a volver hacia ellas. Como el Universo nos trasciende, no importa
la idea que tengamos de Dios y de cómo y cuándo nos hizo, la verdad espera ser
descubierta sin importar las consecuencias.
Si hay vida allá afuera, la encontraremos o ella nos encontrará a
nosotros. Solo espero que seamos mejores
como especie para saber afrontar el nuevo desafío cuando éste llegue.
www.reysonl.blogspot.com
Muy interesantes tus razonamientos. No comparto algunas expresiones sarcásticas contra las religiones, aunque admito que las inconsistentes creencias de algunos religiosos justifican tu actitud. No tengo dudas de que hay vidas inteligentes en algunos lugares distantes a nosotros en el universo, de paso, la misma Biblia infiere eso.
ResponderEliminarLamento no haber leído este artículo recién lo publicaste, pero de todos modos, me he edificado. Aunque nuestras fuertes responsabilidades nos han distanciado, añoro que podamos sentarnos a conceptualizar y analizar con la profundidad de los conocimientos que te caracterizan, y siempre manteniendo la altura del debate, donde las ideas chocan pero las personas no.
Mi aprecio y admiración de siempre.
Bendiciones!!
PD: Aunque mi agenda ahora es más compleja, me pondré al día leyendo otros artículos en tu blog que me parecen muy interesante.
Gracias Gerardo por tus comentarios. Sí, añoro esos debates que ojalá pronto podamos retomar. Un gran abrazo
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