El debate sobre la eutanasia (el ocasionar directa o indirectamente la
muerte a un paciente terminal) existe desde la antigüedad y como concepto ha
ido desarrollándose conforme a la evolución de la medicina moderna.
Según la Real Academia Española, la eutanasia se puede realizar con o sin
el consentimiento del paciente, y tiene por finalidad evitar sufrimientos
insoportables o la prolongación artificial de la vida del enfermo.
Se puede clasificar en activa (por acción) o pasiva (por omisión).
Diógenes |
La eutanasia en la historia
En la antigua Grecia, la eutanasia no representaba ningún problema
moral. Según su filosofía, una mala vida
no era digna de ser vivida, y esto incluía el concepto de “una muerte digna”. Aunque esta concepción era generalizada en la
cultura griega, no estaba exenta de debate, ya que Hipócrates (el padre de la
medicina) establecía en su “juramento hipocrático” que “jamás
daré a nadie una medicina mortal por mucho que me lo soliciten”. Sin embargo, en las ciudades griegas el
Estado facilitaba el suministro de cicuta (un famoso veneno) para aquellos que
quisieran poner fin a su sufrimiento.
Famosos personajes de la historia griega se aplicaron a sí mismos la eutanasia,
como Diógenes, Zenón y Epicúreo. El
propio Platón también llegó a escribir en su obra La República que "Por
consiguiente, establecerás en nuestra república una jurisprudencia y una
medicina tales cuales acabamos de decir; que se limitaran al cuidado de los que
han recibido de la naturaleza un cuerpo sano y un alma hermosa. En cuanto a
aquellos cuyo cuerpo está mal constituido, se les dejará morir y se castigara
con la muerte a aquellos otros cuya alma sea naturalmente mala e incorregible".
Platón |
En otras culturas, como la esquimal y la celta, era una práctica común el
acelerar la muerte a los ancianos enfermos que así lo solicitaban mientras eran
rodeados por sus seres queridos, como una forma de ahorrarles dolor y
sufrimiento.
Batalla de los cruzados |
Ya en la etapa medieval, bajo el reinado de la cristiandad, tanto la
eutanasia, como el suicidio y el aborto eran considerados como un pecado grave,
ya que, según esa concepción, solo Dios podía dar y quitar la vida (aunque la Iglesia
y los reyes sí podían ordenar guerras y matar otros seres humanos en nombre de
Cristo). Sin embargo, llama la atención
el contrasentido de que, aunque en el Medioevo la eutanasia era considerada por
la religión como un “pecado”, estaba tolerado el “matar por misericordia” a los
soldados muy malheridos en batalla y, de esa forma, acortar su sufrimiento.
Tomás Moro, autor de Utopía |
En los siglos posteriores, pensadores de la talla de Tomás Moro y Francis
Bacon justificaron la posibilidad de terminar con la vida de aquellos pacientes
terminales que así deseen hacerlo para detener el sufrimiento del enfermo y sus
familiares.
Es sabido que hasta finales del siglo XIX en los pueblos andinos de
Sudamérica existía la figura del “despenador”, personaje que tenía por función
aplicar la eutanasia a aquellos pacientes terminales que desearan descansar.
La legalidad de la eutanasia en el mundo de hoy
En la mayoría de los países, y por supuesto que gracias a la influencia de
preceptos religiosos, la eutanasia está legalmente prohibida. Sin embargo, hay que destacar que hay varias
naciones cuyas legislaciones han sido actualizadas para permitirlo en sus
diferentes modalidades. Tal es el caso
de Bélgica y Holanda, donde la eutanasia activa es legal. También tenemos los casos de Inglaterra,
Irlanda, España, Francia, Alemania, Luxemburgo, Suiza, Albania, Noruega,
Finlandia, Dinamarca, Grecia, Japón, México, entre otros, donde la eutanasia
pasiva es legal, como lo es igualmente en algunos estados de Estados Unidos,
como es el caso de Washington, Oregon y Montana donde se tolera el suicidio
asistido para enfermos terminales.
Papa Benedicto XVI |
La Iglesia Católica es rotundamente opuesta a la eutanasia, al igual que al
aborto, aunque sea flexible en otros temas.
Como lo refleja este pasaje de una carta del Papa Benedicto XVI al
Arzobispo de Washington en el año 2004: “Puede
haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la
guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y
la eutanasia”.
El caso Jack Kevorkian o “el doctor Muerte”
El Dr. Kevorkian era un patólogo norteamericano que se hizo famoso por
promover la eutanasia directa. Entre
1990 y 1998 se le vincula a la muerte de más de 400 personas víctimas de
enfermedades terminales. La prensa llegó
a llamarlo “el doctor Muerte”. Su lema
era “morir no es un crimen” y llegó a inventar varios dispositivos para
facilitar el suicidio asistido para pacientes desahuciados. Sufrió persecución y cárcel por 8 años
(aunque fue condenado en 1999 a 25 años
de prisión logró un indulto humanitario en el año 2007).
Dr. Kevorkian en la revista TIME, con la pregunta "¿es un angel de la misericordia o un asesino?" |
Su vida pública fue muy controversial y desde el año 1991 diferentes
estados le revocaron la licencia para ejercer medicina. Una investigación
realizada posteriormente demostró que cerca del 60% de los casos que el asistió
personalmente, no cumplían con el protocolo que el mismo había publicado, ya
que muchos de ellos no sufrían de una enfermedad terminal, o no sufrían de
dolor excesivo o simplemente eran pacientes depresivos. En el año 2008 trató de ser congresista en su
país. Para muchos, el Dr. Kevorkian hizo más daño que bien a la causa de la
eutanasia a nivel mundial.
La eutanasia como un derecho
El concepto de “dignidad humana” incluye el derecho de elegir morir sin
sufrimiento, especialmente si una condición de salud irremediable implica
llegar a umbrales de dolor inaguantables o condiciones de vida incompatibles
con esa dignidad.
No se puede confundir la eutanasia con el suicidio, porque la primera
implica una acción médica por la que se provoca la muerte a una persona
gravemente enferma y de condición irreversible, cuando la segunda es
sencillamente quitarse la vida por razones no necesariamente médicas, las cuales
podrían ser producto de una depresión vinculada a razones sentimentales,
económicas o sociales, y que pueden ser superadas eventualmente mediante un
apropiado apoyo y seguimiento de profesionales, familiares o amigos.
Debemos procurar la dignidad tanto en la vida como en la muerte, y en el
intermedio, hacer que valga la pena.