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lunes, 9 de marzo de 2020

La paulatina radicalización de los votantes en Estados Unidos



Desde los tiempos de Alexis de Tocqueville[1], que en la primera mitad del siglo XIX describió como nadie los resultados de la Revolución de las Trece Colonias, nos queda bastante claro que en la sociedad norteamericana se valora más el principio de la “libertad” por encima incluso del principio de la “igualdad” y que celebran ante todo a quien “triunfa por su propio esfuerzo”[2]. Desde el principio, los ciudadanos estadounidenses han abrazado sus valores fruto de una elección personal y no de la herencia de un legado histórico, por lo que su carácter como nación, que rompió los esquemas imperantes en la época, se debieron principalmente a su origen multiétnico.
Alexis de Tocqueville, autor de la "Democracia en América"

Por tanto, los Estados Unidos durante sus más de dos siglos de existencia se han constituido en un paradigma de sociedad que garantiza a sus ciudadanos la “libertad” de luchar por su felicidad individual y la “igualdad” de oportunidades para todos sus ciudadanos, sin importar sus orígenes.

Mucho de esa cultura individualista y competitiva está arraigada por la ética protestante, traída a América por los colonos puritanos que escapaban de los anglicanos en Inglaterra en el siglo XVII.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo esa misma sociedad ha acumulado una serie de distorsiones y deudas sociales que han contribuido a que surjan corrientes de pensamiento que se acercan a los extremos, en un país tradicionalmente caracterizado por tener una visión de “centro” en ciertos conceptos, tales como “democracia”. Si te ubicabas a la izquierda de ese "centro" eras demócrata y si, por el contrario, te posicionabas a la derecha, entonces eras republicano.    

Es así como hemos visto en la última década cómo han surgido líderes populistas que alientan el pensamiento de ultraderechas, como el actual presidente Donald Trump, y el surgimiento de “socialdemócratas” que empiezan a ganar cada vez mayor peso político (considerados por muchos como de “extrema izquierda” dada la peculiar idiosincrasia norteamericana), como es el caso de Bernie Sanders.

Causas del surgimiento de las ideas radicales
Sin dudas, los Estados Unidos han demostrado ser un caso de éxito desde el punto de vista económico y geopolítico. Una nación relativamente joven (poco más de 200 años de existencia) que lidera las economías del mundo y tiene un nivel importante de intervención en las grandes decisiones mundiales. Su PIB nominal es el más alto del mundo (US$20,413 billones en el 2018), el mayor importador y tiene el ejército más poderoso del mundo.
Estados Unidos es la potencia económica más grande del mundo

Pero, a pesar de estos puntos luminosos, hay muchos indicadores que reflejan que Estados Unidos no ha permitido que todos sus habitantes puedan alcanzar el “sueño americano”. A pesar de su gran desarrollo económico y de tener un Índice de Desarrollo Humano (IDH) “muy alto”, no está siquiera entre los primeros 10 (el último IDH 2019 los coloca en la posición 15), y peor aun, el nivel de desigualdad es bastante elevado (posición 108 a nivel mundial según la ONU).

Según se argumente las causas de estas desigualdades sociales, se han sustentado las corrientes políticas extremistas que han cobrado respaldo popular en los últimos años. Analizaremos a continuación cada uno de esos puntos de vista.

Donald Trump y el populismo de derecha
Después de realizar varios escarceos para incursionar en la carrera presidencial en 1988, 2004 y 2012, Donald Trump ganó sorpresivamente las primarias del Partido Republicano en 2015. Con una inédita campaña basada en culpar a los inmigrantes ilegales mexicanos y al ascenso económico de China como los responsables de los principales males del país. Hablaba reiteradamente de que el sistema estaba “roto” y que no había tiempo de ser “políticamente correcto”, y que él encarnaba el deseo del pueblo de hacer a “América grande otra vez”.
Donald Trump es el 45vo presidente de los Estados Unidos

A su alrededor concentró el voto de las grandes masas trabajadoras, principalmente de etnia blanca y menor nivel de educación, a quienes convenció de que los inmigrantes latinoamericanos y el traslado de fábricas a China estaban mermando los empleos y la competitividad nacional.

Trump, al asumir la presidencia en 2017, nombró a varios funcionarios clave vinculados a movimientos de extrema derecha y a los supremacistas blancos, lo cual sumado a múltiples declaraciones que han sido interpretadas como de índole racista, han envalentonado a los movimientos xenófobos en Estados Unidos. Sus políticas proteccionistas, la guerra comercial iniciada con China, su insistencia con la construcción de un muro fronterizo, su lenguaje misógino y discriminatorio contra las minorías latinas y afroamericanas, y su reticencia a combatir el cambio climático, han caracterizado su mandato. A todo ello debemos agregar que, entre sus primeras medidas estuvo la reducción de los impuestos a los ricos y el desmonte de la reforma sanitaria que había impulsado su predecesor, Barak Obama, además de que ha ejecutado una política exterior agresiva que no ha dejado de ser controversial por su atípica forma de implementarla, donde las opiniones y decisiones presidenciales son anunciadas principalmente por la plataforma Twitter.
Los grupos neonazis han tomado nuevos bríos bajo la administración Trump

A pesar de ello, tal y como había prometido en su campaña electoral, Trump ha logrado mejorar los indicadores macroeconómicos de su país, incluyendo la generación de nuevos empleos y el retorno de algunas fábricas establecidas en el exterior. Y eso se está reflejando en la opinión favorable de los ciudadanos en las encuestas sobre el rumbo de la economía.

Con luces y sombras, Trump parece tener amplias probabilidades de lograr la reelección a la que constitucionalmente tiene derecho, catapultado principalmente por el buen desempeño económico.

Bernie Sanders y la utopía de la socialdemocracia en Estados Unidos
En los últimos años hemos visto como este senador del estado de Vermont ha estado ganando popularidad, especialmente entre los votantes demócratas e independientes, a pesar de tener un discurso muy diferente al de sus compañeros de partido (y de prácticamente de todos los políticos del sistema).
Bernie Sanders en plena campaña electoral

Su carrera política inició en 1981 cuando ganó la alcaldía de Burlington, la ciudad más grande de Vermont, como candidato independiente. Con una altísima aprobación del electorado, llegó a reelegirse varias veces hasta que logró llegar al Congreso en 1991 como representante y desde el 2007 como senador de su estado.

Durante toda su carrera ha sido consistente con su idea de impulsar en Estados Unidos el “socialismo democrático”, donde su modelo a seguir es el de los países escandinavos. Su discurso se centra en lograr una mejor distribución de la riqueza en la que, respetando los principios del capitalismo, las familias trabajadoras mejoren sus ingresos y tengan un nivel de vida decente. Eso le ha llevado a defender la implementación de la asistencia universal de la salud, reducir la carga de la deuda estudiantil, gratuidad de las universidades, eliminación del tope de impuestos a los altos ingresos, así como el combate frontal a los efectos del cambio climático y sus pronunciamientos en contra del intervencionismo militar en el extranjero.

Sus posturas políticas lo convierten en la antítesis del presidente Trump, volviéndose en el blanco preferido de los que enarbolan el anticomunismo y el fantasma de la Guerra Fría como estandartes de campaña, en un país que en el que un gran segmento de la población todavía es profundamente antisocialista.

Sin embargo, hay muchos indicios de que ese paradigma está cambiando. El primero obviamente es el hecho de que Sanders en las primarias demócratas de 2016 alcanzó un 43% de los votos frente a Hillary Clinton y en estos momentos está compitiendo por estrecho margen contra Joe Biden en la versión 2020. Eso era algo impensable hace una década atrás.

Otro es que, sorprendentemente, cada vez son más los ciudadanos que ven con mejores ojos una alternativa “socialista” en los Estados Unidos, como revelan las encuestas Gallup realizadas en 2018 y 2019[3], donde entre los más jóvenes el socialismo tiende a tener mayor aceptación, lo cual es lógico en el entendido de que los “millennials” no llegaron a recibir el bombardeo propagandístico anticomunista de la época de la Guerra Fría.

Entre las causas que se pueden identificar para explicar este fenómeno se encuentra la decepción con el modelo económico imperante que para muchos estadounidenses significó la gran crisis económica del 2008, que mostró que no era tan infalible y que la desregulación económica no genera siempre resultados favorables. La deuda pública del país llegó a dispararse al 96.3% del PIB, el desempleo llegó al 8% y el crecimiento económico se estancó en un 0%. Aunque esos números han mejorado significativamente, la recuperación económica de Trump todavía no se ha traducido en reducir la cantidad de personas que viven por debajo de la línea de pobreza nacional[4], lo cual alienta la adhesión de las corrientes de pensamiento más progresistas.

Aunque esta es una historia todavía en desarrollo, que podría tener imprevisibles variaciones en los resultados finales, es muy probable que las avanzadas ideas de Sanders no sean suficientes como para alzarse con la candidatura demócrata y, si lo logra, como para ganar unas elecciones nacionales frente al actual presidente Trump. Lo que sí es cierto es que la demografía estadounidense sigue variando aceleradamente. De un 76% de raza blanca en el año 2000, ahora se ha reducido a un 66%, siendo los latinos el grupo étnico minoritario que más ha aumentado su peso poblacional. Eso necesariamente influirá con el tiempo en la forma en que los estadounidenses visualizan su futuro.

Se hace evidente que los tiempos de posturas moderadas han pasado a la historia y poco a poco la población de Estados Unidos está acercándose cada vez más a los extremos del arcoíris político. Todo depende de quién entiendan que son los responsables de la desigualdad creciente: Los ricos arisocráticos o los pobres inmigrantes.

Pronto sabremos cuál camino tomarán.








[1] Político e historiador francés, autor de “La Democracia en América”, primer análisis profundo de los puntos fuertes y débiles de la democracia de los Estados Unidos, publicado en dos tomos en 1835 y 1840 respectivamente.
[2] Marc Pachter (1995): “The American Identity”