La historia es una fuente
permanente de lecciones, no siempre aprendidas, que con frecuencia nos permiten
determinar causas y consecuencias de acontecimientos que ocurren en la
posteridad. Porque la historia, igual que la propia vida, es un ciclo que
constantemente se repite.
Hoy analizaremos porqué en 476 dC
desapareció para siempre el Imperio Romano, el más grande, influyente y organizado de
la Antigüedad y de toda la historia de la humanidad. Podemos decir que gracias
a su influencia se conformó lo que hoy conocemos como el Mundo Occidental. Tuvo
una duración de alrededor de 500 años, que si sumamos los años adicionales que
sobrevivió la parte oriental del imperio (al dividirse en el 395 dC, se creó el Imperio
Romano de Oriente, el cual perduró hasta 1453), llegaron a ser casi 1500 años de vigencia.
Fundación del imperio y sus
características
El Imperio Romano fue fundado en
el año 27 aC con la proclamación de César Augusto como emperador, después de 17
años de guerra civil e inestabilidad política generadas por el asesinato de
Julio César en 44 aC (que conllevó al fin de la etapa republicana).
Imperio Romano en su máxima expansión en el 117 dC |
A partir de entonces, el imperio
no hizo otra cosa más que expandirse sobre la base de una sociedad y economía
altamente organizadas. En su momento de máximo esplendor, por el año 117 dC,
sus confines llegaban al océano Atlántico por el oeste; golfo Pérsico, mar Rojo
y mar Caspio por el este; desierto del Sahara en el Sur y los ríos Rin y
Danubio al norte. Eran más de 6.5 millones de kilómetros cuadrados[1].
Bajo el Imperio Romano se
fundaron diversas ciudades que todavía existen y que con los siglos
consiguieron tener gran importancia: París, Estambul, Viena, Barcelona,
Zaragoza, Mérida, Milán, Londres, Lyon, entre otras. Una de las claves de su
influencia a través de los tiempos, se debió a que la “romanización” de los
territorios conquistados fue una estrategia de Estado para lograr
“civilizarlas” y así exportar la cultura romana, al tiempo que elevaba lo más
posible el nivel de vida de las provincias con obras clave como redes de
caminos y carreteras, acueductos, templos, termas y basílicas[2].
Otro factor de influencia fue la
sustitución lingüística que se impulsó desde Roma sobre los territorios
conquistados. Fueron más de 60 lenguas diferentes que se registraron en sus
territorios, muchas de las cuales desaparecieron para dar paso al latín[3].
Era una sociedad de clases
dividida básicamente entre patricios y plebeyos, donde los primeros eran la
clase dominante que gozaba de todos los privilegios. Los segundos eran la
mayoría y, aunque eran ciudadanos, constantemente luchaban por mayores
conquistas. También existían los esclavos, de hecho, era una economía de
producción esclavista, pero éstos no eran considerados personas con derechos
sino más bien una propiedad. También existía la práctica de otorgar la libertad
a esclavos cuyos amos premiaban su lealtad o méritos, llamados “libertos”,
pero no eran considerados ciudadanos romanos.
Toda ciudad romana tenía sus coliseos y anfiteatros para entretener al pueblo |
Como los plebeyos era la clase
que sufría los embates de la desigualdad social y, al mismo tiempo, eran la
mayoría, con mucha frecuencia recibían de las autoridades Panem et circenses (pan y circo) para
tranquilizar a la población u para ocultar hechos controversiales. Una práctica
romana que todavía es muy socorrida en nuestros tiempos.
Ejército romano
Es innegable que el principal
factor de éxito del Imperio Romano fue su ejército, responsable de mantener la integridad de su territorio. En la medida que el imperio
se extendía, mayor importancia cobraba el contar con unas fuerzas armadas
capaces de mantener el control de los extensos dominios, muchas veces
habitados por aguerridas poblaciones que permanentemente asediaban y atacaban
las posiciones romanas. Legendarias son las incursiones de las tribus britanas,
galas y germanas.
Recreación de un desfile militar romano |
Es por esa razón que el liderazgo
militar cada vez cobró mayor importancia en la vida romana, ya que el éxito en
el campo de batalla otorgaba prestigio, poder y dinero. Recordemos que
personajes como Julio César surgieron justamente del campo militar.
El ejército romano es considerado
el más poderoso de la Antigüedad, por su tenacidad, organización, disciplina,
resistencia y dominio en el campo de batalla. Los soldados luchaban con
determinación porque, como la mayoría provenían de estratos muy humildes, una
victoria en batalla se traducía en concesiones de tierras y reparto del botín.
Para los patricios, que tradicionalmente ostentaban los altos rangos, la expansión
territorial se traducía también en un incremento de su fortuna y poder. Y para el
Estado el incremento del territorio significaba mayor seguridad y
recaudación fiscal para el Imperio, al tiempo que era una vía permanente de
suministro de nuevos esclavos para aumentar la producción[4].
Era un círculo virtuoso que alentaba el servicio militar y consolidaba el
prestigio de los cuerpos castrenses.
El mando supremo del ejército estaba a cargo
del Emperador, pero en las provincias los gobernadores provinciales eran los
responsables. Según el historiador Polibio, estaba subdividido en 30 legiones
de 5,300 a 6,000 hombres cada una. Cada legión era como una institución,
permanente, que podía variar en tamaño, pero siempre ostentando sus propios símbolos,
historia y honores particulares.
Cada legión estaba al mando de un
legatus y constaba de infantería y
caballería. Contaba con 10 cohortes
de 6 centurias cada una. Las cohortes
eran especializadas, de forma que existían de infantería (peditata), caballería (equitativa),
policial (togata), vigilancia (excubitoria), guarnición de ciudades (urbana), apagado de incendios (vigilio) y guardia imperial (pretoriana).
Cada centuria estaba comandada por un centurión y a su vez se dividían en contubernios, que eran grupos de 8 hombres que compartían tienda
para dormir. Las centurias luchaban, marchaban y acampaban como una sola
unidad, y acarreaban por si mismos sus armas y provisiones, dotando de esa
forma al ejército de unidades que contaban con autonomía y rapidez para sus
desplazamientos. El centurión de mayor experiencia en la legión era llamado primus pilus y fungía como asesor del legatus.
Todas las legiones contaban con
sus propios arsenales, fábricas y talleres de reparación. Sus campamentos
terminaron convirtiéndose en plazas fuertes, que disponían de murallas y
torreones. En el interior de los campamentos había baños públicos, hospitales,
capillas, almacenes y cárceles. Alrededor se instalaban mercaderes, artistas y
prostitutas, convirtiéndose eventualmente los lugares en verdaderas ciudades.
El ejército romano también
contaba con una armada, la cual nunca alcanzó el prestigio de las legiones, ya
que la cultura romana era esencialmente terrestre. La construcción y comando de
barcos normalmente la dejaban a manos de los griegos y egipcios, pueblos más
familiarizados con las artes náuticas.
¿Ante tanto poderío y
organización, por qué cayó el Imperio Romano?
Aunque la caída del imperio se
concretizó con la deposición del emperador Rómulo Augusto en 476 dC por el rey
bárbaro Odoacro, la realidad es que ese fue el punto final de un proceso de
declive que tomó varios siglos.
Lienzo que recoge la vez en que Heliogábalo asfixió a sus invitados con pétalos de rosas |
La mayoría de los autores coinciden
que la decadencia del imperio inició en el siglo III cuando Roma empezó a
perder peso como centro imperial y las provincias tenían cada vez mayor
autonomía. La propia figura del emperador como institución se encontraba gravemente lacerada,
especialmente durante la Dinastía de los Severos, casa imperial que reinó por
42 años, durante los cuales tuvo 6 emperadores, siendo uno de ellos Heliogábalo,
quien fruto de sus depravaciones sexuales (se le acusaba de transexual y hasta
intentó castrarse a sí mismo) se ganó el desprecio de su propia guardia
pretoriana.
La caótica gestión de los Severos
fue la antesala de la Crisis del Siglo III, período que fue marcado por la
creciente ingobernabilidad del imperio. Solo entre el año 238 y 285 hubo 19
emperadores, todos asesinados. Esa crisis política degeneró en crisis
económica, que afectó seriamente la producción y el sistema esclavista. Hacía
más de 100 años que no se conquistaban más territorios por lo que disminuyó considerablemente
la generación de riqueza para el imperio, incluyendo la captura de nuevos
esclavos.
División del territorio por Diocleciano y su "Tetrarquía" |
Simultáneamente a estos eventos,
desde Medio Oriente emergía el Imperio Sasánida que presionaba las fronteras
orientales y las tribus bárbaras hacían lo propio en Hispania, Galia y
Germania. No es hasta la llegada de Aureliano en 274 que se logra unificar
nuevamente el Imperio Romano, recuperando su economía, y es con Diocleciano en 284 que se implementa la “tetrarquía”, donde el poder se repartía entre el emperador,
un co-emperador y dos “césares” (especies de príncipes herederos). Aunque este
mecanismo sirvió para fortalecer brevemente a Roma frente a sus
enemigos externos, con el tiempo terminó por degenerar y contribuir a su disolución.
Mientras tanto, se incrementó la práctica de admitir en los territorios romanos a poblaciones bárbaras potencialmente enemigas, a cambio de labrar la tierra en calidad de “colonos” o reclutarlos en el ejército. Al principio esa medida permitió recuperar la economía y fortalecer al ejército, pero a la larga contribuyó a su autodestrucción, porque en pocos años llegaron ambos estar en manos de los bárbaros, quienes ya eran mayoría a principios del siglo IV tanto en la producción en el campo como en las filas militares.
Otro factor importante en ese
siglo que aceleró la caída del imperio, fue la Peste de Cipriano (entre 249
y 269), que en su punto más álgido llegó a causar hasta 5,000 muertes diarias
en Roma[5].
Constantino I |
Aunque Constantino I vuelve a
unificar el imperio a partir del 306, la necesidad de dividirlo siempre se
mantuvo latente. Justamente es él quien proclama en 313 tolerancia
oficial al cristianismo (religión mayoritaria entre los esclavos), deteniendo
su persecución e incluso convirtiéndose él mismo a esa fe. Muchos vieron la medida
Los subsiguientes años se
caracterizaron por el surgimiento del cristianismo como un poder fáctico
(encarnado por la Iglesia Católica recién instituida), por las guerras fronterizas
y por la corrupción rampante (la cual había penetrado incluso al ejército). De
hecho, hubo un emperador, Juliano “el Apóstata”, quien entre 360-363 puso en
marcha una campaña contra la corrupción oficial para reducir los gastos del
presupuesto[6].
División el Imperio Romano en Oriente y Occidente |
A este escenario se sumaron
guerras civiles e impetuosas invasiones bárbaras que lograron exitosamente
penetrar en el territorio, como fue el caso de los godos, quienes vencieron en
la importante batalla de Adrianópolis en 376. Es en este contexto que asume el
trono Teodosio en 379, quien llegó a ser el último emperador en gobernar todo
el mundo romano (hasta 395). Al morir, el imperio quedó dividido entre sus dos
hijos: Arcadio y Honorio, emperadores de Oriente y Occidente, respectivamente.
Ambos herederos resultaron
pusilánimes e incapaces de gobernar sus respectivos territorios. Un factor
importante a destacar fue que, mientras Arcadio inicio su reinado en Oriente con
17 años de edad al morir su padre, Honorio apenas contaba con 9 años cuando asumió
el trono de Occidente, por lo que estuvo a total merced de su regente
Estilicón, de origen vándalo.
Es en este contexto que ocurre el
saqueo de Roma en 410, afectada entonces por una gran hambruna, hecho que por
sí mismo no tuvo gran significado militar, pero que desvistió a la ciudad de su
aura de invencible y puso en evidencia al emperador Honorio por su incapacidad
para protegerla[7].
A este acontecimiento le
sucedieron una serie invasiones, usurpaciones y rebeliones que fueron mermando
aceleradamente el control imperial de Occidente. Se perdió Britania y parte de
Hispania, Galia y África, al tiempo que aumentaban sin control los
asentamientos bárbaros. Es en ese momento que surge Flavio Aecio, conocido como
“el último romano”, quien se destacó como el último gran líder militar romano
de Occidente, quien fue capaz de devolver cierto orden en medio del caos y de
vencer a los hunos en el 451 en la Batalla de los Campos Cataláunicos. Poco
después Aecio fue asesinado por el propio emperador Valentiniano producto de
los celos que ocasionaba su creciente influencia. Es en esas circunstancias que los
asesores imperiales le dijo “No sé si has hecho bien o mal, pero sí sé que has cortado la
mano derecha con la izquierda”[8].
En los últimos años del Imperio
de Occidente, se sucedieron un sinnúmero de emperadores con escaso poder, la
mayoría bajo el designio de los líderes militares. El último de ellos, Rómulo
Augústulo, proclamado fruto de un acto de usurpación ejecutado por su padre, con apenas 15 años de edad y detentando muy poco poder, fue depuesto en 476 por Odoacro, rey de los
hérulos (un pueblo de origen germánico) que había invadido Italia en reclamo de
tierras.
Europa después de la desaparición del Imperio Romano de Occidente |
El lado oriental sobrevivió casi
mil años más, pero igual su proceso de decadencia ya estaba también en marcha, aunque más
lentamente. Terminó derrumbándose ante el empuje del naciente Imperio Otomano en
1453.
En resumen, podemos decir que la caída del Imperio Romano se debió, principalmente, a los siguientes factores:
- Deterioro de la figura del emperador
- Pérdida del control de los extensos territorios y concesión de excesiva autonomía a los mismos
- Pérdida de vigencia del modelo esclavista
- Aumento de la presión de las tribus bárbaras demandando reivindicaciones y tierras
- Plagas y severa crisis económica
- Corrupción extendida
- Pérdida de cohesión en el ejército
- División política del imperio
- Aumento del poder de la Iglesia Cristiana, que llegó a actuar en función de sus propios intereses y no los imperiales
- Usurpaciones, rebeliones y guerras civiles
La influencia romana perduró
mucho más allá de la propia existencia de su imperio. De hecho, Teodorico el
Grande, el rey ostrogodo que destronó a Odoacro en 493 y reinó por 33 años a Italia, la
Península Ibérica, parte de la Galia y varias provincias bañadas por el
Danubio, fue un digno heredero de los emperadores romanos, ya que fue un celoso
guardián de la civilización romana y sus instituciones. Al final, los reyes
bárbaros hicieron más por Roma que la mayoría de los emperadores romanos de los dos
últimos siglos.
Dentro del extenso legado que dejó el Imperio Romano, podemos destacar los siguientes elementos:
- Derecho romano: Que ha mantenido vigencia a través de las legislaciones de todas las naciones civilizadas.
- Latín: Aunque actualmente es una lengua muerta (solo hablada por los sacerdotes católicos en actividades litúrgicas), dio origen a importantes lenguas habladas hoy día, como es el caso del español, francés, italiano, portugués, rumano, etc. Además, es la lengua oficial para la nomenclatura científica.
- Alfabeto: Su alfabeto es la base de la mayoría de las lenguas occidentales.
- Ingeniería: Las construcciones y diseños romanos siguen presentes en carreteras, catedrales, acueductos, puentes, fortalezas, anfiteatros, etc.
- Centro del cristianismo católico: Todavía hoy la Ciudad del Vaticano, en el centro de Roma, es la sede central de la más importante y extendida iglesia cristiana del mundo.
Basílica de San Pedro, símbolo del poder que conserva aún la ciudad de Roma |
Lecciones aprendidas
Como todo en la historia, lo acontecido con el Imperio Romano se constituye en una fuente de lecciones a ser aprendidas por todas las generaciones posteriores, ya que son extrapolables a épocas posteriores, incluyendo la contemporánea. Aquí algunas que podemos resaltar:
- Ningún poder es para siempre. Por tanto, siempre será importante gobernar como si la actual fuera la última oportunidad y siempre visualizar en nuestras acciones cómo nos verán las generaciones posteriores.
- Es tan importante la labor de gobernar como la de escoger quién habrá de continuar la obra de gobierno, porque para lograr una dinastía no es suficiente contar con solo uno o dos reyes.
- Para un régimen, la división interna, la corrupción y la decadencia moral pueden ser enemigos más poderosos que cualquier ejército contrario.
- Los bárbaros pueden ser llegar a ser más civilizados que los que dicen serlo.
Porque los imperios caen, pero la
historia nunca, y de forma inexorable continúa...
[1] Steele, Christy (2001):
"Rome". Raintree Steck-Vaughn
[2] Bury, John
Bagnell (1913). A History of the Roman Empire from its Foundation
to the death of Marcus Aurelius
[3] Beloch, Karl Julius (1886). Die
Bevölkerung der griechisch-römischen Welt. Leipzig: Duncker & Humblot
[5]
Poncio de Cártago (siglo III): “Vida de Cipriano”.
[6] Bidez,
J. (2018): La vida del emperador Juliano. Madrid: Sindéresis
[7] Reynolds, J. (2011).
Defending Rome: The Masters of the Soldiers
[8]
Relatado por Prisco de Panio en el siglo V