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domingo, 30 de agosto de 2020

El sector privado en la exploración espacial


La Era espacial inició en el año 1957 con el lanzamiento del Sputnik I por la Unión Soviética, el primer satélite terrestre fabricado por el hombre. Durante todo el siglo XX la exploración espacial no hizo más que desarrollarse, impulsada en sus primeras décadas por la Guerra Fría, donde la rivalidad de las grandes potencias hacía ver en el espacio una de las pistas de la larga carrera en la que se enfrascaron por demostrar su superioridad, especialmente en el ámbito militar. Y el espacio era visto como uno de los “eventuales” frentes de combate. Al menos, ese fue uno de los pocos efectos positivos del armamentismo de entonces.

Luego de la abrupta caída del Muro de Berlín en 1989 junto a toda la Cortina de Hierro, el presupuesto militar se redujo abruptamente en las naciones hegemónicas y, con él, empezaron a escasear los fondos para seguir financiando la carrera espacial.

Es en ese contexto que hace su debut el siglo XXI, con mucha tecnología y experiencia acumulada, pero con pocos recursos; donde el desarrollo de la ciencia y la técnica espacial nos habían permitido explorar a todos los planetas, y sus lunas, del Sistema Solar, incluso un poco más allá. Ante las dificultades financieras atravesadas desde entonces por la NASA y Roscosmos, es así que empresas del sector privado empiezan a dar sus primeros pasos como protagonistas del espacio, ya no como contratistas de piezas y partes.

Las primeras incursiones del sector privado en la exploración espacial

Desde la época de apogeo de las agencias espaciales de Estados Unidos y Unión Soviética, el sector privado ha desempeñado un papel importante en la carrera espacial suministrando bienes y servicios estratégicos.

La sonda Mars Odyssey desarrollada con apoyo de Lockheed Martin

Es el caso de la empresa norteamericana Lockheed Martin, importante contratista de la NASA que ha contribuido en numerosos proyectos, como el telescopio espacial Hubble (1990), la nave espacial orbital Mars Odyssey (2001) o el sistema de satélites geoestacionarios GOES (1974).

Boeing X-37, avión orbital no tripulado

O la empresa Boeing, cuya división de Defensa, Espacio y Seguridad ha participado desde hace décadas en el programa espacial de la NASA, destacándose sus cohetes de la familia Delta, las sondas espaciales Lunar Orbiter y Mariner 10, así como las naves orbitales X-37 y X-40, además de la prometedora nave espacial CST-100 Starliner.

En el caso de los rusos, por razones obvias, antes del colapso de la Unión Soviética toda la exploración espacial estaba en manos del Estado. Es entonces que la Federación Rusa hereda el programa espacial de aquella bajo la entera responsabilidad de Roscosmos y empieza la terciarización de servicios y suministro de equipamiento con empresas privadas.

Hotel espacial diseñado por la empresa rusa Orbital Technologies (cortesía de Inhabitat.com)

Tal es el caso de Orbital Technologies, quienes desde 2010 contribuyen con la construcción de una nueva estación espacial orbital que ofrecerá servicios de hotelería para turistas espaciales; NPO Lavochkin, quienes han aportado significativamente a proyectos como Lunojod, Vega 1 y 2, entre otros; NPO Energomash, que desde 1991 ha construido numerosos motores de cohetes, como el RD-107, RD-170, RD-180 y RD-191 paras las naves Soyuz y Angará, incluso para proyectos de la NASA como Atlas V.

Otras agencias espaciales se han apoyado en contratistas privados, como es el caso de la europea (ESA), quienes han contado con empresas como Airbus, cuya división espacial les ha suplido desde los años 70s los cohetes Ariane, varios modelos de Vehículos Automatizados de Transferencia (ATV) y el módulo de la Estación Espacial Internacional (EEI) llamado Columbus.

Los líderes en el espacio del sector privado

Es a partir del siglo XXI que vemos el surgimiento de diferentes empresas que, de manera independiente a las agencias espaciales estatales (aunque en ocasiones aborden misiones conjuntas o asuman el papel de contratistas entre ellas), ejecutan proyectos espaciales propios, con miras a explotar comercialmente el espacio, ya sea para fines turísticos, ofrecer servicios de outsourcing a las agencias espaciales o incursionar en lo que se vislumbra como el rubro más lucrativo de todos en el futuro cercano: la minería espacial. A esta nueva etapa de la exploración espacial se le llama NewSpace.

Solo el negocio de los satélites ha atraído muchas inversiones. Diversos estudios estiman en 57,000 la cantidad de satélites que habrán orbitando para el 2029 según Business Insider[1], cuando hoy apenas hay alrededor de 2,000.  

Falcon Heavy, cohete reutilizable de SpaceX

Es así como surgen empresas como SpaceX, fundada por Elon Musk en 2002, la cual ya tiene varios hitos logrados con proyectos enteramente diseñados, ejecutados y financiados por iniciativa privada: primer cohete de combustible líquido (Falcon 1 en 2008), primer lanzamiento a órbita y recuperación de nave (Dragon en 2010), primera nave enviada a la EEI (Dragon en 2012), primer aterrizaje propulsado de un cohete orbital (Falcon 9 en 2015), primera reutilización de un cohete orbital (Falcon 9 en 2017) y la primera en enviar astronautas a la EEI (Dragon 2 en 2020).

SpaceX tiene el mérito de ser la empresa que ha diseñado el primer cohete reutilizable del mundo, con lo que se augura la reducción sustancial de los costos de las misiones espaciales. Actualmente trabajan en la versión más potente de su familia de cohetes propulsores, el Falcon Heavy, capaz de llevar unas 64 toneladas de carga útil a la Órbita Terrestre Baja (LEO por sus siglas en inglés) y casi 17 toneladas a Marte. Otros proyectos notables son Starlink, con el que se proponen crear una constelación de 12,000 satélites de internet para ofrecer banda ancha a bajo costo a nivel global, y el Starship, un vehículo de lanzamiento superpersado y reutilizable, que permitirá transportar 150 toneladas y realizar viajes de larga duración. Uno de sus principales objetivos es materializar la colonización del planeta rojo. Actualmente es la empresa líder del sector privado; de un 45% del mercado de lanzamientos en 2017 ha llegado hasta un 65% y actualmente ha lanzado casi tantas toneladas de carga como la suma de todas las demás agencias espaciales del mundo[2].

Aterrizaje del cohete reutilizable New Shepard de la empresa Blue Origin

Blue Origin es otro de los grandes actores privados en la exploración espacial. Fue fundada en el año 2000 por Jeff Bezos, el propietario de Amazon. Se ha concentrado en los vuelos orbitales y suborbitales mediante cohetes reutilizables. Son principales proyectos son New Shepard, cohete de una sola etapa y cápsula, ambos reutilizables; New Glenn, cohete reutilizable con capacidad de enviar seres humanos al espacio; y Blue Moon, es su módulo de aterrizaje con el que apuestan una misión tripulada a la Luna. Bezos había invertido en esta empresa unos US$500 millones hasta el 2014, inversión que se ha multiplicado varias veces desde entonces para sufragar sus proyectos[3].

Lanzamiento realizado por Rocket Lab en su base de Nueva Zelanda


Otra empresa destacable es Rocket Lab, la cual se ha dedicado desde su base en Nueva Zelanda a lanzamientos orbitales ligeros, especialmente los llamados nanosatélites como CubeSats, de menos de 2 kg de peso, reduciendo enormemente los costos de implementación de redes satelitales. Para tener una idea, en 2016 el costo promedio de lanzamiento de un satélite era de US$200 millones, mientras que Rocket Lab ha anunciado que serían US$5 millones el costo promedio con su tecnología.

También la corporación OneWeb, fundada por Greg Wyler en 2012 con sede en el Reino Unido, está trabajando también en su propia constelación de 600 satélites para ofrecer servicio global de internet, los cuales entrarán en operación en 2021.

Nave SpaceShip Two de la compañía Virgin Galactic

También debemos mencionar a Virgin Galactic, fundada en 2004 por Richard Brandson, empresa que se ha concentrado en la realización de vuelos espaciales suborbitales. Hizo historia en 2018 al lograr su primer vuelo comercial suborbital con la nave SpaceShip Two, que alcanzó una altura de 82 km.

Minería espacial

Pero uno de los principales atractivos comerciales de la exploración espacial es la posibilidad de extraer recursos minerales de la Luna, Marte y los asteroides, por su cercanía. Según Planetary Resources, empresa creada en 2010 dedicada exclusivamente al desarrollo de tecnologías robotizadas para la extracción minera en el espacio, ha calculado que un solo asteroide de 30 metros de largo rico en platino vale entre 25 a 50 mil millones de dólares a precio de mercado[4]. Según esa misma empresa, hay cerca de 16,000 asteroides con órbita similar a la Tierra que podrían ser explotados.

La minería espacial será una de las actividades más comunes en el espacio

Según la propia NASA, más de US$100,000 millones por cada habitante de la Tierra es el valor de todos los minerales almacenados en el Cinturón de Asteroides que se encuentran entre Marte y Júpiter[5], donde el oro, platino, tungsteno, hierro, níquel, iridio, paladio, magnesio, rodio, osmio, rutenio y hasta agua pueden ser extraídos. Diversas empresas en todo el mundo se han estado constituyendo para irse preparando en lo que sería el próximo boom económico: Asteroid Mining Corporation (Reino Unido), Aten Engineering y TransAstra Corporation (Estados Unidos), entre otras.

Está el caso del Helio-3, componente químico que es capaz de producir energía nuclear con bajísima radioactividad, pero muy escaso en la Tierra. Se estima que en la Luna hay grandes cantidades en su superficie, por lo que su explotación comercial está en los planes de varias agencias espaciales y empresas privadas.

Explotación mineral en el espacio, ¿quién tiene derecho a hacerlo?

Ahora que hay tantos intereses, públicos y privados, detrás de la exploración espacial, cobra mayor importancia saber cuál es el estatus del ordenamiento jurídico que regula dicha práctica, antes de que se puedan desencadenar conflictos por la exploración, colonización y explotación minera en el espacio.

Es por tal razón que ha surgido una rama jurídica denominada “derecho espacial” que actualmente está regulada por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA).

Según la UNOOSA[6], los principales tratados internacionales vigentes con respecto a este tema, son los siguientes:

  • Tratado del Espacio Exterior (1967): Básicamente establece que la órbita terrestre, la Luna ni ningún otro cuerpo celeste pueden ser utilizados para realización de pruebas de armas nucleares o de destrucción masiva, ni pueden ser reclamados como territorio soberano. Ha sido ratificado por 104 naciones.
  • Tratado de Rescate (1968): Establece el compromiso de los estados firmantes en participar, en la medida de sus posibilidades, en misiones de rescate de astronautas, tanto en el espacio exterior como en su aterrizaje. Ratificado por 94 países.
  • Tratado de la Luna (1979): Es un acuerdo que regula las actividades en todos los cuerpos celestes, incluyendo la Luna. Ratifica lo dispuesto por el tratado de 1967 sobre la no reclamación de soberanía o propiedad sobre territorios extraterrestres y que no pueden ser explotados sin la aprobación y beneficio de todos los países firmantes. Ha sido ratificado solamente por 16 países, sin ser ninguno de ellos potencias espaciales (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, Japón, India o China).

También en 1976 fue firmado un acuerdo de cooperación para la cooperación y uso del espacio exterior para fines pacíficos, promovido entonces por la Unión Soviética, pero solamente fue firmado por 10 naciones del bloque comunista.

Por tanto, el tema de la explotación minera de la Luna y otros cuerpos celestes, parece que podría desencadenar algunos diferendos en el futuro cercano. De hecho, ya Estados Unidos emitió este 2020 una orden ejecutiva en la que enfatiza que no “ven el espacio exterior como una propiedad común”, justifica la explotación comercial de los recursos extraterrestres y etiqueta al Tratado de la Luna como un acuerdo fallido[7]. Estas intenciones de la potencia norteamericana han sido rechazadas por Rusia[8].

Acto de oficialización de la Fuerza Espacial en la Casa Blanca

Esta medida unilateral de Estados Unidos fue tomada inmediatamente después de la creación de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, a finales del 2019, con 16,000 efectivos, para “proteger intereses de Estados Unidos y sus aliados en el espacio y proveer capacidades espaciales a la fuerza conjunta”[9]. Es la primera en su tipo y definitivamente confirma las intenciones de norteamericanas de no considerar al espacio como un “patrimonio común” de la humanidad.

Lo que sí es un hecho es que, en la medida en que se acerque el momento de materializar la posibilidad de explotar recursos naturales en el espacio, será necesaria la intervención de la ONU para poner orden en este aspecto, ya que podría desencadenarse conflictos en el orden militar, cada cual protegiendo lo que entiende son sus derechos “adquiridos”.

El espacio se ha convertido, gracias a las conquistas logradas durante la Guerra Fría y ahora con la incursión enérgica y militante del sector privado, en un mercado con un potencial “astronómico” (literalmente hablando), que sin dudas hará expandir el desarrollo industrial y tecnológico de la raza humana. Habrá de ampliar las alternativas futuras que tenemos como especie, para expandirnos más allá de nuestra órbita e ir sondeando lo que hasta hoy ha sido un Universo inescrutable.

Mas, sin embargo, debemos estar atentos a un nuevo posible frente de conflicto, para el cual estamos a tiempo para coordinar, consensuar y colaborar. Que la exploración espacial y sus potenciales riquezas no sean mañana lo que los pozos petroleros han sido desde el siglo pasado: fuente inagotable de conflictos.

Ahí están las lecciones, solo debemos aprender de ellas.

www.reysonl.blogspot.com

 

 Nota: Fotos cortesía de Wikipedia, salvo donde indique otra cosa

 

 



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