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martes, 31 de octubre de 2023

Palestina: ¿Tierra Prometida o de la Discordia?

 


Sin dudas, uno de los acontecimientos geopolíticos que más ha capturado la atención mediática en los últimos días ha sido el último episodio del prolongado conflicto entre Israel y los palestinos, pero que parece va a escalar a niveles nunca antes vistos.

En este artículo vamos a concentrarnos en el contexto histórico de un territorio que, como veremos, desde el inicio de los tiempos ha sido escenario de conflictos entre etnias y religiones que parecen nunca acabar.

Palestina y su contexto histórico

Desde el año 3000 a.C., toda la zona comprendida entre el mar Mediterráneo (Oeste), el río Jordán (Este), la actual Gaza (Sur) y el río Orontes (Norte), era denominada Canaán, caracterizada por la fertilidad de su tierra.

Mapa del siglo XIX de la Tierra de Canaán


Poco a poco se fueron asentando distintas tribus semitas (provenientes del Cercano Oriente), como los amorreos, jebuseos, hicsos, arameos y hebreos. A partir del siglo XIV a.C. incursionaron también los hititas y los egipcios que durante siglos se repartieron ese territorio.

Ya en el siglo XII a.C. llegaron pobladores desde el Mar Egeo, que los egipcios les bautizaron como “Pueblos del Mar”. Los más dominantes fueron los fenicios, quienes inventaron el alfabeto y forjaron una civilización basada en el comercio que tuvo presencia en todo el Mediterráneo, y los filisteos, que llegaron a convertirse en un aguerrido pueblo que llegó incluso a emplear el hierro, lo cual les permitió expandirse hacia el Este, hasta el río Jordán.

Territorio de los Filisteos


Los fenicios llegaron a fundar muchas ciudades en esa región, siendo las principales en esa época Arvad (actualmente en Siria); Biblos, Sidón y Tiro (actual Líbano); Acre y Dor (actual Israel). En el caso de los filisteos, estaban organizados en una pentápolis (cinco ciudades), que eran: Ascalón, Asdod, Ecrón y Gat (actual Israel); y Gaza (actualmente conocida como Franja de Gaza).

Territorio de los Fenicios


Según los expertos, el nombre “Palestina” ha sido producto de la evolución de la palabra con la que otros pueblos identificaban el reino de los filisteos: “Palastu” (acadios), “Palusata” (egipcios) y “Pleshet” (hebreo). Ya en los tiempos del historiador griego Herodoto (siglo V a.C.) se le denominaba al reino filisteo “Palaistine”.

Por otro lado, en el siglo XIV a.C., diversas tribus hebreas seminómadas que se establecieron en el interior de Canaán emigraron hacia Egipto, donde con el tiempo llegaron a ser esclavizados hasta que en el XIII a.C., guiados por su líder Moisés, se rebelaron y retornaron a Canaán. Los hebreos migrantes y los que permanecieron llegaron a confederarse, teniendo frecuentemente enfrentamientos con los filisteos.

Lo cierto es que, con el transcurrir de los siglos, toda esa región, además de los permanentes conflictos bélicos que estallaban por el control de la tierra entre filisteos, hebreos, arameos y demás pueblos; cayó sucesivamente en manos de diferentes imperios: Asiria (entre siglos IX y VIII a.C.), Caldea (entre siglos VI y VII a.C.), Persia (siglo VI a.C.), Macedonia (entre siglos III y II a.C.), Roma (entre siglo I a.C. hasta el IV d.C.) y Constantinopla (entre siglo IV y VII d.C.).

Es importante mencionar que, durante un corto lapso de tiempo (entre el año 134 a.C. hasta el 37 a.C.), se estableció el Reino Asmoneo, descendientes del pueblo macabeo, que abarcó desde Galilea al norte hasta la parte sur de la actual Palestina, coincidiendo bastante su territorio con lo que hoy es el Estado de Israel. Durante casi 100 años impusieron el judaísmo a los pueblos no hebreos, incluyendo la circuncisión forzosa.

Cuando el Imperio Romano conquista Levante, toda la región de Canaán fue llamada oficialmente Palestina, después de lo cual se produjo la expulsión de los judíos y destrucción de la ciudad de Jerusalén en el siglo II d.C.

Mapa de la región de Palestina bajo el Imperio Romano


A partir del año 638 d.C., Palestina cayó bajo control musulmán durante 1300 años bajo la administración de diferentes califatos e imperios, con algunas interrupciones durante las Cruzadas. En ese largo período el islamismo se convirtió en la religión mayoritaria, aunque otras profesiones religiosas monoteístas eran toleradas, como la cristiana y judía, cuyos practicantes eran denominados como “Gentes del Libro”, refiriéndose a la Biblia, debido a que las tres religiones tenían a Abraham como antepasado común.

Cabe destacar que entre el año 1099 y 1291 se estableció intermitentemente en gran parte de Palestina el Reino de Jerusalén, administrado por los cruzados cuando lograban la victoria, bajo asedio constante de los musulmanes que procuraban controlar Jerusalén.

Extensión del Imperio Otomano


En el año 1517, los árabes musulmanes fueron derrotados por el Imperio Otomano, el cual dominó Palestina hasta 1917, año en que perdió control de ese territorio en el marco de la Primera Guerra Mundial. Es a partir de ahí que Palestina cae en control del Imperio Británico hasta 1948, año en que fue fundado el Estado de Israel.

Lugar sagrado para las principales religiones

Pero Palestina y sus alrededores no es solamente una zona geográfica en la que se han asentado diferentes tribus y reinado diversas culturas o civilizaciones. Con el tiempo se fue convirtiendo en algo aún más trascendental.

Ante todo, toda la región de Canaán históricamente ha sido considerada por los hebreos como la Tierra Prometida, ya que, según su creencia, el Dios Yahveh se la prometió a Abraham, patriarca de ese pueblo (y de cuya descendencia también surgieron los árabes). En varios pasajes del Viejo Testamento (en los libros de Génesis, Deuteronomio y Éxodo), se reitera dicha promesa a su hijo Isaac, a su nieto Jacob y al profeta Moisés.

El territorio prometido por el dios hebreo, que los había identificado como su pueblo “elegido”, implicaba la expulsión de sus habitantes naturales (cananeos, amorreos, heteos, cadmoneos, jebuseos, etc.), como se puede apreciar en Génesis 15:18-21 y Éxodo 33:1-3, y abarcaba desde el “monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo y al Líbano, hasta el gran río, el río Éufrates”.

Como podemos apreciar, el germen del conflicto entre Israel y Palestina surgió hace miles de años desde que las primeras tribus hebreas migraron a Canaán con una orden de desalojo divina bajo el brazo.

Con el tiempo los hebreos cambiaron de rumbo y abandonaron la tierra que le habían prometido migrando hacia Egipto; allí los maltrataron, cambiaron de opinión otra vez y retornaron a la tierra que siglos atrás le había sido concedida a Abraham y su descendencia. Eventualmente, los hebreos dominaron gran parte del territorio a través de diversos reinos, como el de Judá e Israel, y edificaron lugares que terminaron siendo sagrados para la religión judaica, como el Templo de Jerusalén, construido por el rey Salomón como único centro de culto para las doce tribus de Israel. A través de los siglos fue destruido y reconstruido varias veces, siendo su principal vestigio el Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado de los judíos hoy en día.

Muro de las Lamentaciones, lugar sagrado para los judíos


Igualmente, para los hebreos es particularmente significativo el Monte Sinaí, actualmente en Egipto, lugar donde el profeta Moisés, también venerado por los musulmanes, recibió las tablas con los X Mandamientos.

Pero eso no terminó ahí, la historia de esta región no hizo más que complicarse.

Cuando en el año 610 d.C. Mahoma funda el islam y empieza difundirlo, la nueva religión empezó a propagarse con intensidad en todo el Oriente Medio y, eventualmente, en todo el mundo, llegando a ser en la actualidad la 2da religión más popular del globo.  En una de sus peregrinaciones, el profeta visitó una noche a Jerusalén y desde un lugar denominado Masyid al-Aqsa ascendió a los cielos, según narra el Corán en el capitulo dedicado al “Viaje Nocturno”.

Mezquita de al-Aqsa en Jerusalén, uno de los lugares más sagrados del islam


Luego, en conmemoración de ese hecho, a partir del año 690 fueron construidas la Cúpula de la Roca, la Cúpula de la Cadena y la Mezquita de al-Aqsa, por lo que es conocida hoy esa zona de Jerusalén como la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, convirtiéndose en el tercer lugar más sagrado de los musulmanes.

Pero el atractivo de la tierra palestina para las religiones no termina ahí. Resulta que esta pequeña región fue la cuna del cristianismo, la religión más popular del mundo al día de hoy. Su profeta Jesús, considerado por los cristianos como Hijo de Dios, nació en Belén, actual Cisjordania, y criado en Nazareth, actual Israel. Igual de venerado es el Mar de Galilea, donde inició el ministerio de Jesús, y muchos otros mencionados en el Nuevo Testamento bíblico. Pero, sin lugar a duda, el lugar más sagrado para los cristianos es la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, edificada en el sitio donde se supone que fue crucificado, enterrado y resucitado Jesucristo.

Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, sagrada para los cristianos


Justamente por la importancia religiosa de estas tierras fue que iniciaron en la Edad Media las Cruzadas, guerras religiosas impulsadas por la Iglesia Católica para recuperar la Tierra Santa, como era denominada esa zona, dominada por los musulmanes desde el siglo VII. Estos conflictos bélicos se extendieron desde el año 1096 hasta 1291, a través de 9 campañas, de las cuales cinco ganaron los musulmanes, tres los cristianos y una no tuvo ganador (8va Cruzada). Algunas fuentes calculan en 5 millones la cantidad de muertos que ocasionaron las ocho campañas en ambos bandos.

Palestina: solución definitiva al antisemitismo, pero con daños a terceros

A través de los siglos, el pueblo hebreo ha sido uno de los más perseguidos en todo el mundo. El antisemitismo fue uno de los pilares del nazismo alemán del siglo XX, pero siglos antes ya había hecho aparición en distintos lugares, especialmente en Europa.

Expulsión de los judíos por los Reyes Católicos


Solo debemos recordar la expulsión de los sefarditas (judíos de la península Ibérica) por los Reyes Católicos en el siglo XV, el caso Dreyfus en la Francia del siglo XIX, entre otros sonados episodios.

Ya en 1917, cuando Palestina estaba bajo el dominio inglés, el Reino Unido proclamó la Declaración de Balfour, en la que planteaba la posibilidad de crear un Estado judío en el territorio palestino. Luego, en 1948, tras finalizar la 2da Guerra Mundial, y con el apoyo de Estados Unidos y el movimiento sionista, es oficialmente creado el Estado de Israel.

Distribución de la tierra entre palestinos y judíos desde 1947


Desde entonces, no ha habido paz. Aunque la ONU resolutó que fueran creados dos estados independientes, uno judío y otro palestino, la realidad es que Israel ha ido tomando por la fuerza mucho más territorio del que originalmente le había sido concedido en 1948, desalojando a los palestinos de las tierras que por siglos ocuparon, en un episodio histórico conocido por los árabes como “Nakba”, y prácticamente encerrándolos en territorios cercados y militarizados por los israelíes (Gaza y Cisjordania).

Claro, Israel justifica su accionar como un acto de defensa propia ante la amenaza constante de los países árabes y grupos terroristas, pero el uso excesivo de la fuerza y coerción total de libertades contra los palestinos ha hecho que una gran parte de la comunidad internacional esté cada vez más inclinada porque finalmente se cree un Estado palestino que goce de libertad y autodeterminación.

Los recientes hechos acaecidos en octubre 2023, que iniciaron por una sorpresiva incursión en Israel del grupo militar Hamás, ocasionando la muerte de más de 1300 personas, civiles y militares, pero que desencadenaron una respuesta brutal de parte del ejército israelí, el cual desde entonces está bombardeando de forma inmisericorde a la Franja de Gaza, sin distinguir civiles de militares; han puesto al mundo en vilo y horrorizado.

Gaza está siendo literalmente borrada del mapa


Aunque la sed de venganza de Israel por la barbarie cometida por el grupo Hamás parece aún no saciarse con las 8.000 víctimas que hasta el momento se contabilizan en Gaza, de la cual el 50% son niños, definitivamente la vía militar, sea cual fuere su resultado, no parece poder garantizar una paz sostenible en el tiempo. Mientras más víctimas civiles haya, más profunda será la herida que separe a ambos pueblos y más difícil será cerrarla.

Dicen que la noche es más oscura cuando está a punto de amanecer, tal vez este sea el caso y el agudizamiento de este antiguo conflicto haya llevado las cosas a un punto tal que estemos hoy más cerca de una solución definitiva, aunque no sea la esperada por los más radicales de ambos bandos: los sionistas de Israel y los extremistas de Palestina.

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martes, 3 de octubre de 2023

Soberanía Digital: ¿Qué es y cuál es su importancia?

 


La Era Digital en la que vivimos ha transformado y/o complejizado una serie de conceptos que van adoptando nuevas dimensiones en la medida en que “lo digital” va ampliando su alcance.

Es el caso del concepto soberanía. Según la RAE[1], significa “Poder supremo e ilimitado, tradicionalmente atribuido a la nación, al pueblo o al Estado, para establecer su constitución y adoptar las decisiones políticas fundamentales tanto en el ámbito interno como en el plano internacional”.

Pero cuando nos referimos a soberanía digital, estamos hablando de la capacidad de un Estado de ejercer la autodeterminación en materia de desarrollo digital, y, por tanto, de controlar el presente y destino de la nación mediante el uso de tecnologías y redes digitales.

Pero ¿cuáles son las implicaciones de este concepto relativamente nuevo? Veamos.

Componentes de la transformación digital que pueden afectar la soberanía

Desde el mismo momento que un país importa bienes o servicios, de alguna forma se crea una dependencia. Al igual que con el arroz, carne, petróleo o servicios financieros, cuando importas mucha cantidad de forma regular para que tu economía funcione, de manera indirecta estás afectando la soberanía.

Igual ocurre con la tecnología. Mientras más importes componentes electrónicos, software y equipos de una sola fuente (país o fabricante), estarás creando mayor dependencia tecnológica de esa fuente y, por ende, podrías estar afectando eventualmente la soberanía digital.

Claro, en un mundo tan globalizado como el de hoy, la dependencia de múltiples mercados es inevitable. Y mientras más diversificado sea, más conveniente será, ya que tendremos más oportunidad de rejuego al presentarse las contingencias.

Es la misma lógica con la tecnología en general.

Pero no debemos confundir soberanía digital con ciberseguridad. Son conceptos absolutamente diferentes. Puedes ser un país tecnológicamente muy dependiente (sin soberanía digital) pero muy ciberseguro; y viceversa.

La ciberseguridad más bien se refiere tu capacidad para prevenir y responder a los ataques cibernéticos, que pueden venir desde el interior o exterior del país, y no tiene que ver necesariamente con el nivel de dependencia tecnológica o falta de soberanía digital que tengamos. Claro, la ciberseguridad es un componente que por sí mismo puede afectar la soberanía digital de un país, como veremos más adelante.

Estos son los elementos que más podrían estar afectando la soberanía digital, y en algunas ocasiones, incluso podrían afectar a los demás aspectos del concepto soberanía:

  • Gobernanza del Internet: El Internet surgió como una red altamente descentralizada en la que la neutralidad tecnológica ha sido una de sus principales banderas. Por sus propias características, por el momento se hace difícil que ningún ente pueda “controlarla” de forma absoluta, aunque ha habido intentos en el pasado por despojarla de dicha neutralidad (Ver artículo https://reysonl.blogspot.com/2018/06/que-significa-el-fin-de-la-neutralidad.html). Pero ese alto nivel de descentralización ha dificultado a muchos Estados el poder controlar su funcionamiento y contenidos, propósito que sigue siendo un objetivo y que no es del todo negativo, ya que un Internet sin absolutamente ningún control podría poner en peligro la seguridad e integridad de personas y organizaciones.
  • Redes sociales: La proliferación de canales de redes sociales, los cuales son utilizados masivamente por la población global, también es una amenaza a la soberanía digital. Sobre todo, porque dichas plataformas normalmente son controladas por empresas y/o gobiernos extranjeros, quienes aplican normas y restricciones de forma unilateral contra millones de personas, lo cual a veces luce hasta violatorio de derechos fundamentales. Sin que medie ningún Estado u organismo internacional calificado, a veces vemos cómo censuran y hasta clausuran cuentas de usuarios por razones no tipificadas en ningún código penal nacional o internacional. Igualmente, vemos cómo personas, detrás de una identidad ficticia, utilizan las redes sociales para hacer bullying, amenazar o propagar falacias que pueden afectar a terceros, sin que los Estados tengan mecanismos muy efectivos para controlarlo. Ambos fenómenos afectan también la soberanía en general. Por eso vemos como entes supranacionales como la Unión Europea, trabajan en legislaciones específicas para controlar estas plataformas y proteger los derechos de los ciudadanos europeos.
  • Internet de las Cosas (IoT): El crecimiento exponencial de los dispositivos electrónicos conectados al Internet, es también una seria amenaza a la soberanía digital. De la misma forma en que Waze funciona, calculando la mejor ruta en función de la información que en tiempo real reportan los dispositivos suscritos a este servicio, así por igual cualquiera que tenga acceso no autorizado a esos datos podría conocer la ubicación, rutas y hábitos de millones de personas. El hecho de que esa acción, realizada de forma inconsulta al margen del Estado, pueda ser cometida por entes extranjeros, ponen en riesgo también la soberanía digital de una nación.
  • Servicios de Inteligencia extraterritoriales: Las revelaciones de Edward Snowden en 2013 pusieron en evidencia la enorme capacidad de recopilación, análisis y control masivo de datos de agencias de inteligencia de ciertas superpotencias que actúan de forma extraterritorial, sin mediar ningún aval legal de por medio. Esto pone de manifiesto que existe un control o acceso a la infraestructura de telecomunicaciones de los países, que en la mayoría de los casos responde a tecnología fabricada o controlada por el país que ejerce la vigilancia ilegal, lo cual atenta contra la soberanía de dichas naciones. Ningún Estado consiente la importación de tecnología de telecomunicaciones, como routers, celdas móviles, firewalls, etc., para que durante su utilización su tráfico sea escaneado inconsultamente por terceros del extranjero. Eso solo sería aceptable en el marco de acuerdos muy explícitos de colaboración en materia de inteligencia. Velar porque existan mecanismos efectivos para evitar ese acceso no autorizado de terceros, es ejercer la soberanía digital.
  • Computación en la Nube: Sin dudas, la computación en la nube es una de las tecnologías emergentes que más han contribuido a la aceleración del desarrollo digital, al disminuir al mínimo la inversión en adquisición, instalación y mantenimiento de las infraestructuras tecnológicas necesarias para los proyectos de transformación digital, sin importar su tamaño, debido a la escalabilidad que ofrece. Sin embargo, el hecho de que los grandes oferentes globales de computación en la nube son de Estados Unidos (Google, Amazon, Microsoft) o de China (Alibaba, Tencent, Huawei), muchos países ven en ello una seria amenaza a su soberanía digital, sobre todo por el hecho de que sus datos, muchas veces sensibles, son alojados en servidores que físicamente están en otros países. Y en ambos casos hay razones para tener aprehensiones. Estados Unidos aprobó en 2018 su Cloud Act, que no es más que una ley que permite a sus agencias de inteligencia “espiar” los datos de ciudadanos y organizaciones de otros países que estén almacenados en servicios de nube ofrecidos por empresas estadounidenses. Y en el caso de China, al ser un régimen autoritario, pues también hacen dudar al más indiferente. Por situaciones como esas es que la Unión Europea está impulsando un proyecto regional de computación en la nube, llamado GAIA-X, y muchos países están impulsando legislaciones locales para garantizar la territorialidad de los datos.
  • Desinformación mediática: La manipulación deliberada de contenidos y noticias de forma masiva ha traído consigo el fenómeno de la posverdad[2], definida por la RAE como una “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Eso ha traído como consecuencia que la manipulación de la información sea utilizada hoy día como una herramienta de control político, lo que no es nuevo, pero sí ha visto potenciarse de forma exponencial gracias al alcance del Internet y las redes sociales, especialmente en los jóvenes. Más de un autor han visto en este fenómeno una seria amenaza para el sano desarrollo democrático[3]. Cuando esa manipulación proviene de agencias o gobiernos extranjeros para imponer su agenda o postura, entonces, también se está afectando potencialmente la soberanía nacional a través de medios digitales. Impulsar la alfabetización mediática e informacional, así como establecer mecanismos confiables de verificación o fact checking para contrarrestar la posverdad, son herramientas fundamentales para garantizar la soberanía digital.
  • Ciberseguridad: No puede existir soberanía digital si previamente no está garantizada la ciberseguridad. Las múltiples amenazas y riesgos a las que personas y organizaciones se exponen en el ciberespacio pueden traducirse en el robo o secuestro de información sensible (ransomware), ataques de denegación de servicios (DoS), entre otros, pudiendo poner en peligro la propia soberanía de los países. El mejor ejemplo es lo acaecido en Estonia en 2007. En medio de protestas y grandes tensiones producidas por el controversial traslado de la “Tumba del Soldado Desconocido” (erigida en la época soviética) hacia las afueras de la capital Tallin, se produjo un masivo ciberataque, atribuido a Rusia, que paralizó el país durante varios días, ya que colapsó el Internet, los cajeros automáticos y los servicios públicos en general.

Las redes sociales y la desinformación pueden distorsionar el debate político y la democracia


En fin, como he visto, la transformación digital y el propio Intenet parecen plantear desafíos a la soberanía de los países. Es por ello que cada vez más naciones están aprobando o fortaleciendo su legislación en materia de gobernanza digital, derechos digitales, territorialidad de los datos y ciberseguridad para garantizar los derechos fundamentales y las competencias del Estado sean aplicables en los entornos digitales.

GAIA-X la nube que impulsa la Unión Europea para proteger su soberanía digital


Que por el hecho de que un país sea un gran “consumidor” de tecnología no necesariamente signifique que pierda su soberanía, tanto digital como de cualquier otra índole, a manos de los países que son grandes “productores” de tecnología.

Porque la Era Digital, muy por el contrario, deberá apalancar la autodeterminación de los pueblos y no lo contrario.

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[1] Real Academia de la Lengua Española

[2] Ver artículo “Deepfake: El último escalón de la Postverdad” en https://reysonl.blogspot.com/2021/04/deepfake-el-ultimo-escalon-de-la.html

[3] Alvarado, V. (2019): “Manipulación de información en la era digital de las comunicaciones: ¿A qué se enfrentan los gobiernos latinoamericanos?”; Ramonet, I. (2006): “Comunicación y Manipulación del a información” en Revista “Agenda Latinoamericana”; Blanco, I. (2018): “Creencias, posverdad y política” en Revista “Doxa Comunicación”, Nº 27; entre otros