Lucius se levanta de la cama
rápidamente con el canto del primer gallo. Hoy es un día muy importante en
Roma, es 12 de abril del año 112 d.C., el emperador Trajano reina desde hace 14
años y empieza una de las festividades más esperadas por todos: la Cerealia,
las fiestas dedicadas a Ceres, diosa de la agricultura, las cosechas y la
fecundidad. Para un niño de 12 años como él, eso es todo un acontecimiento,
especialmente por los ludi circenses
o juegos de circo que celebrarán desde hoy en el Circus Maximus, el mayor circo
de esa antigua ciudad. Como vive en un insulae,
el precursor de los edificios de apartamentos, el agua no llega a la vivienda
por lo que baja a la fuente que queda enfrente de la calle para lavar su cara y
extremidades, limpiarse los dientes con pasta de vinagre y miel. Su madre le
recomienda el enjuague con orina reposada, por aquello de los dientes blancos,
pero casi siempre hace trampa y lo hace solo de vez en cuando. Termina su aseo
y se siente listo para empezar la jornada, fresco como una lechuga.
Insulae romana |
Su padre, Quintus, comerciaba con
aceite y vino en una tienda de su propiedad que operaba en la primera planta
del edificio donde vivían, algo muy común en los plebeyos comerciantes que
empezaban a prosperar en esa época. El sueño de Quintus era poder abrir su
tienda en el deslumbrante Mercado de Trajano, el centro comercial de moda en
eso días. En el negocio le iba bien, lo que le permitía a su familia suplir las
cosas básicas y algunas limitadas comodidades, como tener una esclava a su
servicio en casa.
Mercado de Trajano |
Su madre Publia, se dedicaba a
atender el hogar y a sus hermanitas Appia y Aula, de 5 y 7
respectivamente. Hubieran sido 7
hermanos, pero otros cuatro murieron justo al nacer, algo muy común. Ella jura
que fue su culpa por descuidar las ofrendas en el templo Dea Salus, deidad romana que velaba por la salud de las personas,
en especial su culto a Lucina, diosa de los partos. Y eso que tiene una sobrina
vestal, sacerdotisa virgen dedicada
al culto de Vesta, pero la protección de los dioses no es transitiva ni por
contagio, hay que ganársela en base a ofrendas y oración.
Lararium o altar de los dioses del hogar |
La casa en que vivían, decorada
modestamente pero contando con algunos mosaicos bien llamativos, no tenía
muchos muebles, pero los suficientes para vivir cómodamente. De hecho, uno de
los divanes de la vivienda era el lugar favorito de Lucius para echar siestas
en vez de su propia cama. A pesar de no ser muy grande el espacio, tenían un lararium de mármol para adorar a los
dioses como se lo merecen.
Scola Grammaticus o escuela secundaria |
Hoy ya todos están en pie desde
la primera hora del sol, porque para los romanos cada hora del día es valiosa y
hay que aprovecharla. El feriado le viene bien al muchacho, tuvo varias semanas
Vesta, intensas en la schola grammaticus
o escuela secundaria, a la que entró este año por su edad, y a la que
honestamente no le agrada mucho asistir, claro, sin decírselo a su padre. Su
desayuno o ientaculum lo tomará en
casa, hoy no hay escuela por lo que no podrá comprar los ricos panecillos de la
panadería de la esquina. Por tanto, hoy tocará panem siccum (pan seco) untado de ajo y, con suerte, un poco de
leche o miel.
Barrio de Subura en la Antigua Roma |
Cuando el reloj de sol marca la
4ta hora (9 a 10am) frente a la fuente de su cuadra, en el barrio de Subura,
uno de los sectores más populosos, allí se reúne Lucius con Sextus, Titus y
Marcus, sus mejores amigos. Sextus era el de estrato más humilde, era un rubio de
aspecto tosco y regordete, cuyo padre trabajaba en una fullonica o lavandería para ricos, de esas que utilizaban solamente
la cotizada orina hispánica. Titus era hijo de un legionario, a quien no veía
desde hace dos años ya que estaba sirviendo en la Galia, actual Francia, pero
está contento porque le falta poco para obtener la licencia de retiro. Marcus
es quien se encuentra en mejor posición económica, puesto que su padre es
asistente de un senador y cuenta con algunos privilegios. De hecho, Marcus
anhela llegar hasta la Escuela Retórica, como llamaban a los estudios
universitarios, para formarse como político y hacer carrera y fortuna, porque
está seguro de que algún día podrá ostentar vestimentas color púrpura, el
predilecto de la clase pudiente.
Niños jugando en la Antigua Roma |
Los cuatro amigos se juntan
primero para jugar con nueces durante una hora, en lo que empiezan las carreras
de caballos en el circo. Aunque Lucius tiene mucho tino acertando a las vasijas
de cerámica, normalmente Marcus logra superarle. Pero hoy él presentía que iba
a ser un buen día y, en efecto, con las nueces inició con el pie derecho.
Apurados se dan cuenta que ya es
hora partir. Raudos y veloces toman juntos el atajo que atraviesa el
recientemente construido Foro y entre estrechas y sinuosas calles les lleva
hasta el imponente estadio circense, que ha sido remodelado varias veces y cuya
última ampliación fue realizada por el actual emperador.
Carreras de cuadrigas en el Circus Maximus |
Las gradas están casi llenas, y
sigue llegando gente, por lo que los chicos se apresuran para encontrar el
mejor lugar posible. Llegaron justo a tiempo, todavía la carrera de cuadrigas,
carros tirados por cuatro caballos, no ha
iniciado, porque aún se está efectuando la aburrida procesión religiosa preliminar. A lo lejos se podía distinguir al
emperador y su séquito, quienes disfrutaban desde su imponente palco imperial
cada una de las funciones.
Termina el desfile y está todo
listo para iniciar la carrera. Lucius, como siempre, apoya al equipo rubrum (rojo), aunque sus amigos son fanáticos
del equipo caeruleus (azul) por lo
que va en desventaja en la puja. La multitud enardecía según avanzaba el paso
de los competidores, cada trote exaltaba más y más a la hinchada. La
competencia cada vez es más encarnizada; incluso el equipo niveus (blanco) salió de la carrera por descarrilamiento. Lucius
temía que pudiera pasar lo mismo con su cuadriga y casi se quería morir cuando
en la penúltima vuelta el carro rojo casi perdía el balance en su afán de
alcanzar al puntero. Pero su racha siguió intacta, los aurigas de su equipo
lograron remontar en la última de las 7 vueltas y se llevaron el palmarés.
Combate de gladiadores |
Sextus, el de peor temperamento
del grupo, estaba furioso. Quería salir de allí y olvidar el desastroso
desempeño de su equipo. Pero sus compañeros lo convencieron de que se quedara
porque seguía el combate de los gladiadores, competencia favorita de Titus. De
hecho, a diferencia de los demás amigos, su sueño era convertirse cuando fuera
adulto en un gladiador imbatible, conocido y vitoreado en todos los rincones
del imperio. Sus ídolos eran Vero y Prisco, legendarios gladiadores que se
enfrentaron por horas sin ninguno poder vencer al otro, cuyo duelo de hace dos
décadas todavía era aún rememorado y sin igualar. De todos los tipos de
gladiadores, Titus admiraba a los reciarios,
porque decía siempre que eran los más valientes y talentosos, armados solamente
de una red y un tridente. La forma en que sus ojos brillaban al hablar de ello
reflejaba la fascinación que sentía por ese riesgoso oficio.
Termas romanas |
La jornada circense estuvo
plagada de velocidad, destreza, coraje y mucha sangre, como todos los espectáculos
romanos. No bien habían terminado los juegos y los muchachos siguieron su curso,
corriendo libres por las calles de la vetusta ciudad. Como estaban en
aproximadamente en la hora novena (poco más de las 3pm), Lucius sugirió ir a
las nuevas termas (baños públicos)
construidas no hace mucho, para darse un rico baño antes de volver a casa. Por
supuesto, todos accedieron.
Entre charlas pueriles,
chapuzones y una que otra merienda comprada en un tabernae (tienda o comercio), los jovencitos vieron transcurrir
varias horas, principalmente en el Frigidarium,
la piscina de agua fría, la cual alternaban con ejercicios físicos que
realizaban en la Palestra, lugar
destinado para ello en el recinto. Como día feriado al fin, fácil es de
imaginar la multitud que había allí. En fin, todos andaban detrás de lo mismo:
divertirse y relajarse.
Retornan a la fuente de la
cuadra, su punto original de reunión, para abrazarse y despedirse. Dejaron todo
planificado para el día siguiente, las festividades continúan y por tanto la
diversión también: jugarán pelota con una sphera,
como le llamaban, que consiguió Marcus y luego irán al teatro de comedias,
conocidos como ludi scaenici, porque
tienen deseo de reírse hasta que le duelan las tripas.
Como hijo obediente que era, ya
para la hora oncena (6pm) Lucius estaba en su casa, donde estaban en los
aprestos de servir la cena, la principal comida del día. Y para cerrar una
jornada excitante para un chico de su edad, su padre se esmeró para que en la
mesa esta noche se sirvan verduras, lirones, pan y vino, porque había que
celebrar la excelente semana que tuvo en el mercado. Por supuesto, no empezaron
a comer sin antes honrar a Ceres, la diosa misericordiosa que los bendice y a
quien se dedican estas fechas.
Al término de la cena, la esclava
se queda lavando los platos con agua y arena, mientras todos los demás se van a
sus habitaciones a dormir. Para Lucius fue un día espectacular, inolvidable,
igual que para sus amigos.
La Ciudad Eterna en su época de esplendor |
Así finalizó un simple día de la
Roma imperial, con un millón de almas que la habitan para esta época y cuyas
prácticas, costumbres e historias quedarán indeleblemente vinculadas a la
Ciudad Eterna, que, a pesar de la bruma de los tiempos, continuó marcando la
pauta de la civilización occidental durante los siglos venideros. Porque como
todavía hoy decimos, “Todos los caminos
conducen a Roma”.