Sin lugar a dudas, la actual
pandemia es una de las catástrofes sanitarias globales más grandes acaecidas en
el último siglo. Aunque no llegue a causar la letalidad de la Gripe Española de
1918, el virus del COVID-19 es tan transmisible y contagioso como aquella.
Pero, además de la impresionante
cantidad de afectados (más de 3.2 millones de contagiados y más de 220,000
fallecidos al cierre de este artículo), lo que realmente ha impactado es cómo y
cuánto esta epidemia ha cambiado nuestras vidas y literalmente ha frenado todas
las economías y el diario discurrir de los seres humanos. Y como veremos a
continuación, curiosamente no todos los impactos han sido necesariamente negativos
y muchas son también las lecciones que estamos aprendiendo.
Casos de coronavirus a nivel global (Fuente: Worldometers.info) |
Los más fuertes resultaron los
más débiles
Contrario a lo que se pudiera
pensar, resulta que las naciones económicamente más fuertes, y por ende
teóricamente mejor preparadas para enfrentar una pandemia, han sido las más
afectadas. Por ejemplo, del total de contagiados a la fecha, el 80% habita en
países del G20[1]
(los 20 países más industrializados). Y no solamente eso, si lo reducimos al G8[2],
veremos que el 60% de los afectados pertenecen allí. Y los números son aún
peores si solamente calculamos la proporción de muertes. En países del G20
ocurrieron el 84% de los fallecimientos y en los del G8 el 65%.
La mayoría de los países con más infectados pertenecen al G20 (Fuente: Worldometers.info) |
Por supuesto, las causas de por
qué ha habido una mayor incidencia de la pandemia en países ricos nos llevaría
a profundizar por distintas vertientes (mayor afluencia de visitantes desde el extranjero,
mayor proporción de personas envejecientes, tardías medidas de contención por
un exceso de confianza en las capacidades propias, etc.). Estas causas no las vamos a analizar en este
artículo; lo que sí es un hecho es que los países con los mejores sistemas sanitarios
del mundo han sido los más golpeados por COVID-19.
Un cambio brusco de vida
En estos días de cuarentena,
pequeñas rutinas diarias o escapadas repentinas para disipar el estrés diario,
se han vuelto cosas del pasado, al menos por el momento. Cosas tan simples como
salir a caminar, a hacer deporte, ir a un bar o restaurante, ver una buena
película en el cine, compartir con amigos, celebrar cumpleaños o bodas,
vacacionar y hasta ir a la escuela o universidad a tomar clases, en estos
momentos son cosas que no podemos hacer y hasta añoramos volverlas a vivir.
Y es que el COVID-19 es tan
transmisible y contagioso que ha impuesto, sea por mandato gubernamental o por
voluntad propia (depende del país donde viva), un enclaustramiento de la
población.
Plaza con escaso público en Italia (Fuente: www.americaeconomia.com) |
Estamos experimentando en carne
propia lo que vivieron las personas del siglo XIV con la Peste Negra o
iniciando el siglo XX con la Gripe Española. La única diferencia es que hoy nos
encerramos con disponibilidad de energía eléctrica e Internet.
Millones de personas se han visto
compelido a hacer (y aprender a hacer) cosas que antes no eran de su gusto o
interés. Compartir más tiempo con la familia, cuidar de la higiene individual y
colectiva, cocinar en casa, leer un buen libro, escuchar música, consumir
contenidos digitales, ver televisión local, estar pendientes de la actualidad
mundial, hacer cursos en línea e innumerables cosas más han pasado a ser nuestra
prioridad. Sabíamos desde siempre que todo eso era importante y que todas esas
cosas estaban ahí esperando por nosotros, pero tuvo que venir COVID-19 a
enseñarnos a asumirlo como tal. Y eso es en lo individual.
Incremento de la demanda de streaming de video en España (Fuente: www.expansion.com y Sensor Tower) |
Las organizaciones han aprendido
que el teletrabajo no solo es posible, sino que hasta cierto punto es conveniente
y en muchos casos hasta más productivo. Desde casa muchos oficios y tareas se
pueden realizar sin ningún inconveniente, con el valor agregado para la empresa
o institución de que no tiene que subsidiar transporte o alimentación, además
de que el consumo energético del empleado corre por cuenta propia y no de la
empresa. Con las plataformas digitales que existen es posible controlar la
productividad y mantener la permanente comunicación con el equipo de trabajo.
Todo eso lo sabíamos, pero no lo comprendimos realmente hasta hoy.
Las reuniones virtuales se han impuesto en todo el mundo (Fuente: www.redbooth.com) |
La parálisis de la economía,
potencialmente más peligrosa que la propia enfermedad
Si bien las naciones ricas están
poniendo hasta el momento la mayor cantidad de contagiados y muertos, son las
naciones pobres las que están recibiendo los mayores embates económicos de la
pandemia. Con economías altamente dependientes del comportamiento del mercado
internacional, con pocas reservas para sobrevivir en períodos de vacas flacas y
con serias limitaciones presupuestarias para hacerles frente a la emergencia
sanitaria al mismo tiempo que a los muchos otros problemas que acogotan a las
naciones en vías de desarrollo, el Tercer Mundo está haciendo malabares para
evitar que la epidemia se salga de control al tiempo que trata desesperadamente
de retardar una explosión social producto de los millones de personas que ya
vivían por debajo de la línea de la pobreza antes de llegar el COVID-19 y hoy no
encuentran cómo ganarse el sustento diario.
Los restaurantes son uno de los sectores económicos más golpeados por la cuarentena (Fuente: BBC y OpenTable) |
A eso se le suman los millones de
empleados cuyas empresas han parado y se encuentran suspendidos temporalmente
sin percibir salario. Aunque ellos pertenezcan a la economía formal, son tan
bajos sus salarios que dejar de percibirlos por dos o tres meses podría
significar dejar de cubrir necesidades básicas y hasta pasar hambre.
Caída de las bolsas de valores por el impacto de la pandemia (Fuente: BBC y Bloomberg) |
Es por ello que los gobiernos de
países en desarrollo se emplearán a fondo para garantizar subsidios,
focalizados o generalizados según el caso, para que esas necesidades básicas
sean cubiertas durante este período. Pero eso implicará un esfuerzo económico
que echará por tierra toda la planificación pública contemplada para este año.
Al haber un cambio drástico de prioridades, los recursos, que nunca son
suficientes, no ofrecen margen para hacer otra cosa. Las administraciones que
sepan gestionar mejor esa priorización y la focalización de esos recursos en el
combate de la propagación del virus y en contrarrestar sus efectos económicos,
serán las que mayores oportunidades tendrán de salir airosas de esta crisis.
Y es después de la crisis
sanitaria que viene el mayor esfuerzo económico. Porque la economía, al igual
que el cuerpo humano después de una lesión o enfermedad, requiere de terapia,
de estímulo, para volver a levantarse y caminar con sus propios pies. Y será
necesario después de COVID-19. Nuevos paquetes de financiamiento, facilitados
por organismos multilaterales y acuerdos bilaterales que puedan darse, serán imprescindibles
para que el aparato productivo parcialmente paralizado (totalmente en algunos
sectores) vuelva a emerger y los empleos se puedan recuperar. No será fácil. A
algunas naciones les tomará meses recuperarse, pero a otras posiblemente les
cueste un año o más.
Un respiro para el planeta
Pero no todas han sido malas
noticias. Aparentemente el Coronavirus ha logrado en par de meses lo que
décadas de esfuerzos de organismos internacionales no habían podido: ralentizar
el Calentamiento Global. Y es que la drástica reducción de la huella humana en
el globo terráqueo ha demostrado que la propia Naturaleza por sí misma puede
curar siglos de contaminación y depredación humana.
Drástica disminución del Dióxido de Nitrógeno en la ciudad de Wuhan, China (Fuente: BBC y NASA Earth Observatory) |
Porque la repentina paralización
de fábricas, tránsito de vehículos, aviones y barcos ha reducido de forma importante
la huella de carbono y emisión de gases invernadero. Solo en China se pudo
determinar que en el primer trimestre 2020 hubo una reducción de 150 millones
de toneladas métricas de CO2, el equivalente a todo el dióxido de carbono que
emite la ciudad de Nueva York en un año[3].
Así era la contaminación en una ciudad de China antes y después de la pandemia (Fuente: www.elpaís.com) |
Son numerosas imágenes las que
circulan por Internet donde puede apreciarse el antes y después de las
ciudades, donde el cielo hoy luce prístino con relación a unos meses atrás
cuando el smog y la polución no dejaban distinguir el horizonte.
Incluso se ha reportado en
diversos lugares como especies animales (algunas incluso que se pensaban
desaparecidas) están empezando a dejarse ver y hasta desplazándose por áreas
urbanas. Hasta las aguas de muchos ríos y canales están volviéndose
cristalinas, cuando antes eran opacas y malolientes producto de los desechos
químicos vertidos por fábricas y embarcaciones.
Los canales de Venecia lucen más cristalinos (Fuente: www.mymodernmet.com) |
Aunque la pandemia del COVID-19
es una verdadera desgracia para la humanidad, todo apunta a que, al mismo
tiempo, ha sido muy beneficiosa para la biósfera y los ecosistemas. ¡Qué
ironía!
El mundo después de la
pandemia
Sin duda, muchas cosas cambiarán
para siempre. Las personas adoptarán rituales de higienización que tal vez
antes no eran tan rigurosos. Valorarán más los encuentros sociales, el
compartir con familiares y amigos. Probablemente en lo adelante seamos un poquito
más racionales a la hora de comprar, descartando lo no tan necesario y pensando más en qué no debe faltarnos en
casa por si nuevamente tenemos que volver a encerrarnos.
La demanda de suscripciones fijas y móviles de Internet, de portátiles y tabletas sin dudas se disparará. Todos querremos
estar preparados para trabajar o entretenernos en casa si las cosas se complican otra vez.
Las empresas esta vez sí invertirán en licencias de software para implementar
escritorios remotos y plataformas para trabajo colaborativo y reuniones
virtuales.
Al disfrutar de cielos y aire más
limpios, muchos habrán hecho conciencia de la importancia de reducir el consumo
de combustibles fósiles, lo que podría impulsar la adquisición de vehículos
eléctricos y de fuentes limpias de generación eléctrica. Nos inundará el deseo de volver a disfrutar de los espacios exteriores.
Por otro lado, muchos líderes
repuntarán en su popularidad por la responsable y exitosa conducción de sus
naciones ante la pandemia. Otros, por el contrario, verán perder su encanto por
no llenar las expectativas en tiempos tan cruciales. Las economías de la
mayoría de las naciones necesitarán alrededor de un año o más para retomar su ritmo
previo de crecimiento, a algunas mucho menos.
La telemedicina avanzará más que
nunca antes, no tanto por la disponibilidad tecnológica, sino por la evidente
ventaja que ofrece para garantizar la salud de la población en circunstancias
de distanciamiento social. Sin embargo, en materia de salubridad, la pandemia
podría dejar mucha gente debilitada con mayor propensión a que se compliquen
condiciones médicas previas e incluso a que sean víctimas de enfermedades
oportunistas. Olvidar el COVID-19 no será rápido ni fácil porque dejará
secuelas en todos los sentidos.
La tecnología en términos
generales cobrará un impulso, ya que la transformación digital ganará prestigio
para preparar a las sociedades para calamidades similares. Los gobiernos
acelerarán el desarrollo de la administración electrónica y se actualizarán las
normativas en materia de teletrabajo y telemedicina.
Lo vivido durante la pandemia no será fácil de olvidar (Fuente: www.hola.com) |
Gracias al coronavirus las
naciones descubrirán muchas debilidades que consideraban superadas y cuán
vulnerables pueden ser aun cuando se ufanaran de ser desarrolladas y de contar
con avanzados sistemas de salud. Los países podrán contabilizar con mayor
precisión la verdadera cantidad de pobres que tienen y cuántos ciudadanos de clase
media están a ley de uno o dos sueldos dejados de percibir para bajar de
clasificación. Al mismo tiempo, también saldrán a flote muchas fortalezas insospechadas,
como la capacidad de unificarse el sector público y privado en pos de levantar
al país o sobre la cantidad de plataformas e infraestructuras con las que
cuenta que interoperando pueden coadyuvar a dar un salto cualitativo en el
desarrollo del país.
La pandemia demostró que la
mayoría de los líderes religiosos respetaron la cuarentena para evitar
contagiarse y dejaron los milagros para cuando las ofrendas y diezmos se pudieran
volver a colectar. La gente descubrió que los verdaderos héroes no eran los que
salían siempre en las portadas de revistas y periódicos sino aquellos que
salían todos los días de sus casas a arriesgar su vida para proteger la de los
demás.
Evidentemente el mundo no volverá a
ser igual. Aunque esto aún no ha terminado, a estas alturas ya hemos aprendido varias lecciones que este acontecimiento nos ha enseñado. Se tejerán
teorías conspirativas sobre el origen del virus y su propagación intencionada, pero serán cuentos de camino. Siempre se buscarán culpables para justificar lo
que se hizo o se dejó de hacer. Hay quienes prefieren encontrar una buena
excusa para hacer la guerra que una buena solución para encontrar la paz.
Pero al final, como siempre, la
humanidad prevalecerá.
[1]
G20, las 20 naciones económicamente más poderosas del mundo: Alemania, Arabia
Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados
Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia,
Sudáfrica, Turquía y España
[2] G8,
es un grupo político conformado por 8 de las naciones más industrializadas del planeta:
Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Japón y Rusia.
Esta última fue excluida temporalmente en 2014 tras la crisis de Crimea.
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