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miércoles, 29 de abril de 2020

Lo que el COVID se llevó (y todavía no termina de hacerlo)



Sin lugar a dudas, la actual pandemia es una de las catástrofes sanitarias globales más grandes acaecidas en el último siglo. Aunque no llegue a causar la letalidad de la Gripe Española de 1918, el virus del COVID-19 es tan transmisible y contagioso como aquella.

Pero, además de la impresionante cantidad de afectados (más de 3.2 millones de contagiados y más de 220,000 fallecidos al cierre de este artículo), lo que realmente ha impactado es cómo y cuánto esta epidemia ha cambiado nuestras vidas y literalmente ha frenado todas las economías y el diario discurrir de los seres humanos. Y como veremos a continuación, curiosamente no todos los impactos han sido necesariamente negativos y muchas son también las lecciones que estamos aprendiendo.

Casos de coronavirus a nivel global (Fuente: Worldometers.info)


Los más fuertes resultaron los más débiles

Contrario a lo que se pudiera pensar, resulta que las naciones económicamente más fuertes, y por ende teóricamente mejor preparadas para enfrentar una pandemia, han sido las más afectadas. Por ejemplo, del total de contagiados a la fecha, el 80% habita en países del G20[1] (los 20 países más industrializados). Y no solamente eso, si lo reducimos al G8[2], veremos que el 60% de los afectados pertenecen allí. Y los números son aún peores si solamente calculamos la proporción de muertes. En países del G20 ocurrieron el 84% de los fallecimientos y en los del G8 el 65%.

La mayoría de los países con más infectados pertenecen al G20 (Fuente: Worldometers.info)


Por supuesto, las causas de por qué ha habido una mayor incidencia de la pandemia en países ricos nos llevaría a profundizar por distintas vertientes (mayor afluencia de visitantes desde el extranjero, mayor proporción de personas envejecientes, tardías medidas de contención por un exceso de confianza en las capacidades propias, etc.).  Estas causas no las vamos a analizar en este artículo; lo que sí es un hecho es que los países con los mejores sistemas sanitarios del mundo han sido los más golpeados por COVID-19.

Un cambio brusco de vida

En estos días de cuarentena, pequeñas rutinas diarias o escapadas repentinas para disipar el estrés diario, se han vuelto cosas del pasado, al menos por el momento. Cosas tan simples como salir a caminar, a hacer deporte, ir a un bar o restaurante, ver una buena película en el cine, compartir con amigos, celebrar cumpleaños o bodas, vacacionar y hasta ir a la escuela o universidad a tomar clases, en estos momentos son cosas que no podemos hacer y hasta añoramos volverlas a vivir.

Y es que el COVID-19 es tan transmisible y contagioso que ha impuesto, sea por mandato gubernamental o por voluntad propia (depende del país donde viva), un enclaustramiento de la población.

Plaza con escaso público en Italia (Fuente: www.americaeconomia.com) 


Estamos experimentando en carne propia lo que vivieron las personas del siglo XIV con la Peste Negra o iniciando el siglo XX con la Gripe Española. La única diferencia es que hoy nos encerramos con disponibilidad de energía eléctrica e Internet.

Millones de personas se han visto compelido a hacer (y aprender a hacer) cosas que antes no eran de su gusto o interés. Compartir más tiempo con la familia, cuidar de la higiene individual y colectiva, cocinar en casa, leer un buen libro, escuchar música, consumir contenidos digitales, ver televisión local, estar pendientes de la actualidad mundial, hacer cursos en línea e innumerables cosas más han pasado a ser nuestra prioridad. Sabíamos desde siempre que todo eso era importante y que todas esas cosas estaban ahí esperando por nosotros, pero tuvo que venir COVID-19 a enseñarnos a asumirlo como tal. Y eso es en lo individual.

Incremento de la demanda de streaming de video en España (Fuente: www.expansion.com y Sensor Tower)


Las organizaciones han aprendido que el teletrabajo no solo es posible, sino que hasta cierto punto es conveniente y en muchos casos hasta más productivo. Desde casa muchos oficios y tareas se pueden realizar sin ningún inconveniente, con el valor agregado para la empresa o institución de que no tiene que subsidiar transporte o alimentación, además de que el consumo energético del empleado corre por cuenta propia y no de la empresa. Con las plataformas digitales que existen es posible controlar la productividad y mantener la permanente comunicación con el equipo de trabajo. Todo eso lo sabíamos, pero no lo comprendimos realmente hasta hoy.

Las reuniones virtuales se han impuesto en todo el mundo (Fuente: www.redbooth.com)


La parálisis de la economía, potencialmente más peligrosa que la propia enfermedad

Si bien las naciones ricas están poniendo hasta el momento la mayor cantidad de contagiados y muertos, son las naciones pobres las que están recibiendo los mayores embates económicos de la pandemia. Con economías altamente dependientes del comportamiento del mercado internacional, con pocas reservas para sobrevivir en períodos de vacas flacas y con serias limitaciones presupuestarias para hacerles frente a la emergencia sanitaria al mismo tiempo que a los muchos otros problemas que acogotan a las naciones en vías de desarrollo, el Tercer Mundo está haciendo malabares para evitar que la epidemia se salga de control al tiempo que trata desesperadamente de retardar una explosión social producto de los millones de personas que ya vivían por debajo de la línea de la pobreza antes de llegar el COVID-19 y hoy no encuentran cómo ganarse el sustento diario.

Los restaurantes son uno de los sectores económicos más golpeados por la cuarentena (Fuente: BBC y OpenTable)


A eso se le suman los millones de empleados cuyas empresas han parado y se encuentran suspendidos temporalmente sin percibir salario. Aunque ellos pertenezcan a la economía formal, son tan bajos sus salarios que dejar de percibirlos por dos o tres meses podría significar dejar de cubrir necesidades básicas y hasta pasar hambre.

Caída de las bolsas de valores por el impacto de la pandemia (Fuente: BBC y Bloomberg)


Es por ello que los gobiernos de países en desarrollo se emplearán a fondo para garantizar subsidios, focalizados o generalizados según el caso, para que esas necesidades básicas sean cubiertas durante este período. Pero eso implicará un esfuerzo económico que echará por tierra toda la planificación pública contemplada para este año. Al haber un cambio drástico de prioridades, los recursos, que nunca son suficientes, no ofrecen margen para hacer otra cosa. Las administraciones que sepan gestionar mejor esa priorización y la focalización de esos recursos en el combate de la propagación del virus y en contrarrestar sus efectos económicos, serán las que mayores oportunidades tendrán de salir airosas de esta crisis.

Y es después de la crisis sanitaria que viene el mayor esfuerzo económico. Porque la economía, al igual que el cuerpo humano después de una lesión o enfermedad, requiere de terapia, de estímulo, para volver a levantarse y caminar con sus propios pies. Y será necesario después de COVID-19. Nuevos paquetes de financiamiento, facilitados por organismos multilaterales y acuerdos bilaterales que puedan darse, serán imprescindibles para que el aparato productivo parcialmente paralizado (totalmente en algunos sectores) vuelva a emerger y los empleos se puedan recuperar. No será fácil. A algunas naciones les tomará meses recuperarse, pero a otras posiblemente les cueste un año o más.

Un respiro para el planeta

Pero no todas han sido malas noticias. Aparentemente el Coronavirus ha logrado en par de meses lo que décadas de esfuerzos de organismos internacionales no habían podido: ralentizar el Calentamiento Global. Y es que la drástica reducción de la huella humana en el globo terráqueo ha demostrado que la propia Naturaleza por sí misma puede curar siglos de contaminación y depredación humana.

Drástica disminución del Dióxido de Nitrógeno en la ciudad de Wuhan, China (Fuente: BBC y NASA Earth Observatory)


Porque la repentina paralización de fábricas, tránsito de vehículos, aviones y barcos ha reducido de forma importante la huella de carbono y emisión de gases invernadero. Solo en China se pudo determinar que en el primer trimestre 2020 hubo una reducción de 150 millones de toneladas métricas de CO2, el equivalente a todo el dióxido de carbono que emite la ciudad de Nueva York en un año[3].

Así era la contaminación en una ciudad de China antes y después de la pandemia (Fuente: www.elpaís.com)


Son numerosas imágenes las que circulan por Internet donde puede apreciarse el antes y después de las ciudades, donde el cielo hoy luce prístino con relación a unos meses atrás cuando el smog y la polución no dejaban distinguir el horizonte.

Incluso se ha reportado en diversos lugares como especies animales (algunas incluso que se pensaban desaparecidas) están empezando a dejarse ver y hasta desplazándose por áreas urbanas. Hasta las aguas de muchos ríos y canales están volviéndose cristalinas, cuando antes eran opacas y malolientes producto de los desechos químicos vertidos por fábricas y embarcaciones.

Los canales de Venecia lucen más cristalinos (Fuente: www.mymodernmet.com)


Aunque la pandemia del COVID-19 es una verdadera desgracia para la humanidad, todo apunta a que, al mismo tiempo, ha sido muy beneficiosa para la biósfera y los ecosistemas. ¡Qué ironía!

El mundo después de la pandemia

Sin duda, muchas cosas cambiarán para siempre. Las personas adoptarán rituales de higienización que tal vez antes no eran tan rigurosos. Valorarán más los encuentros sociales, el compartir con familiares y amigos. Probablemente en lo adelante seamos un poquito más racionales a la hora de comprar, descartando lo no tan necesario y pensando más en qué no debe faltarnos en casa por si nuevamente tenemos que volver a encerrarnos.

La demanda de suscripciones fijas y móviles de Internet, de portátiles y tabletas sin dudas se disparará. Todos querremos estar preparados para trabajar o entretenernos en casa si las cosas se complican otra vez. Las empresas esta vez sí invertirán en licencias de software para implementar escritorios remotos y plataformas para trabajo colaborativo y reuniones virtuales.

Al disfrutar de cielos y aire más limpios, muchos habrán hecho conciencia de la importancia de reducir el consumo de combustibles fósiles, lo que podría impulsar la adquisición de vehículos eléctricos y de fuentes limpias de generación eléctrica. Nos inundará el deseo de volver a disfrutar de los espacios exteriores.

Por otro lado, muchos líderes repuntarán en su popularidad por la responsable y exitosa conducción de sus naciones ante la pandemia. Otros, por el contrario, verán perder su encanto por no llenar las expectativas en tiempos tan cruciales. Las economías de la mayoría de las naciones necesitarán alrededor de un año o más para retomar su ritmo previo de crecimiento, a algunas mucho menos. 

La telemedicina avanzará más que nunca antes, no tanto por la disponibilidad tecnológica, sino por la evidente ventaja que ofrece para garantizar la salud de la población en circunstancias de distanciamiento social. Sin embargo, en materia de salubridad, la pandemia podría dejar mucha gente debilitada con mayor propensión a que se compliquen condiciones médicas previas e incluso a que sean víctimas de enfermedades oportunistas. Olvidar el COVID-19 no será rápido ni fácil porque dejará secuelas en todos los sentidos.

La tecnología en términos generales cobrará un impulso, ya que la transformación digital ganará prestigio para preparar a las sociedades para calamidades similares. Los gobiernos acelerarán el desarrollo de la administración electrónica y se actualizarán las normativas en materia de teletrabajo y telemedicina.

Lo vivido durante la pandemia no será fácil de olvidar (Fuente: www.hola.com)


Gracias al coronavirus las naciones descubrirán muchas debilidades que consideraban superadas y cuán vulnerables pueden ser aun cuando se ufanaran de ser desarrolladas y de contar con avanzados sistemas de salud. Los países podrán contabilizar con mayor precisión la verdadera cantidad de pobres que tienen y cuántos ciudadanos de clase media están a ley de uno o dos sueldos dejados de percibir para bajar de clasificación. Al mismo tiempo, también saldrán a flote muchas fortalezas insospechadas, como la capacidad de unificarse el sector público y privado en pos de levantar al país o sobre la cantidad de plataformas e infraestructuras con las que cuenta que interoperando pueden coadyuvar a dar un salto cualitativo en el desarrollo del país.

La pandemia demostró que la mayoría de los líderes religiosos respetaron la cuarentena para evitar contagiarse y dejaron los milagros para cuando las ofrendas y diezmos se pudieran volver a colectar. La gente descubrió que los verdaderos héroes no eran los que salían siempre en las portadas de revistas y periódicos sino aquellos que salían todos los días de sus casas a arriesgar su vida para proteger la de los demás.

Evidentemente el mundo no volverá a ser igual. Aunque esto aún no ha terminado, a estas alturas ya hemos aprendido varias lecciones que este acontecimiento nos ha enseñado. Se tejerán teorías conspirativas sobre el origen del virus y su propagación intencionada, pero serán cuentos de camino. Siempre se buscarán culpables para justificar lo que se hizo o se dejó de hacer. Hay quienes prefieren encontrar una buena excusa para hacer la guerra que una buena solución para encontrar la paz.

Pero al final, como siempre, la humanidad prevalecerá.

www.reysonl.blogspot.com

 

 



[1] G20, las 20 naciones económicamente más poderosas del mundo: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y España

[2] G8, es un grupo político conformado por 8 de las naciones más industrializadas del planeta: Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Japón y Rusia. Esta última fue excluida temporalmente en 2014 tras la crisis de Crimea.


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